Comencé a caminar a un paso ligero, sentía como si faltase algo dentro de mí, era una extraña sensación. Una de mis manos se elevó para presionarla suavemente contra mi pecho, ahí estaba mi corazón palpitando lentamente... apunto de morir, no tengo idea lo que pasaba, se suponía que volvería a estar con Nicholas y seríamos la misma linda pareja que solimos ser.
Antes de entrar en la casa, miré hacia atrás... quería asegurarme de que si Joe verdaderamente se había marchado y así era... ya no había rastro de que en algún momento estuvo junto a mí.
Suspiré cerrando mis ojos y me preparé para ingresar en el lugar que me esperaba mi... ¿Amado? Bueno, eso supongo.
Abrí la puerta una vez más y la extraña sensación llena de frío y temor no se marchaba.
Al cerrar la puerta detrás de mí, Nicholas despertó de seguramente una nube de pensamientos y a la vez también desperté... ¿Qué estaba haciendo?
Nick se me acercó y en pocos segundos estuvo casi rozando sus labios con los míos... y ahí van esas ganas de explotar en llanto por seguramente cometer un error.
—Perdóname —Susurró juntando su frente con la mía y cerrando sus ojos.
Tragué con fuerza, ya me estaba costando hablar... quería llorar.
Lo alejé con delicadeza de mi cuerpo, solo para no ser grosera, porque sabía que en estos momentos tenía que ser rápida.
—Nicholas, lo lamento tanto —Sollocé al mismo tiempo que mi cabeza se movía con lentitud de un lado a otro, seguramente negaba mis pensamientos.
—No Megan, perdóname tu... —Acarició mi rostro.
Tomé su mano y besé sus dedos.
—No Nicholas —La dejé a un lado para mirarlo los ojos, estaba segura de lo que estaba apunto de decir— yo no puedo con esto, sería una gran mentira —Lo miré a los ojos, basta de engaños y falsas palabras.
Solo arqueó una ceja, seguramente todo esto lo tendría muy confundido, más con mis palabras que parecían ser un fácil acertijo.
— ¿De que hablas? —Llevó una de sus manos a mis hombros en gesto de darme confianza para contarle mi embrollo.
—Sabes que te quiero mucho, pero las cosas ya son lo mismo, me acabas de decir que no me amas y... —Me interrumpió.
—Se que dije cosas, pero estaba molesto. Sabes que no es verdad —Me sonrió.
—Quizás, peor lo dijiste y... Nicholas, no va a funcionar —Susurré... ya quería llorar.
—Megan ¿Que estás tratando de decirme? —Esas facciones de tranquilidad desaparecieron.
—No puedo quedarme contigo. Lo lamento. Mi lugar no es aquí —Miré la puerta.
— ¿Es él? —Lo escuché decepcionado y triste... sabía que lo que acaba de hacer fue peor, pero uno no decide las cosas de un momento a otro, siempre es mejor pensar... o al menos eso dicen.
Lo miré.
Casi dos minutos después me vi corriendo por las calles en busca de un taxi, al parecer la suerte me acompañaba y al subirme en este, más que agitada le indiqué cual era mi destino.
Estaba desesperada, no encontraba por ni un lugar el auto de quien mi corazón rogaba a gritos tener en mis brazos una vez más.
Cuantas veces apresuré al conductor, el solo me miraba molesto por el espejo retrovisor... ¿Tenía que importarme? No... los nervios me comían.
Finalmente, las esperanzas de encontrar el vehículo estaban esfumándose cada vez más... cuando a lo lejos pude divisarlo, solo en la carretera y a sus lados un paisaje desierto.
— ¡Toque la bocina! —Pedí a gritos.
El solo obedeció, con tal de que me bajara pronto del auto sería mucho mejor para su bien estar, lo estaba dejando sordo.
El auto que se nos presentaba en frente se hizo a un lado de la carreta, se detuvo y yo no opté por mejor opción que lanzarle el dinero que debía al pobre conductor, no quería perder más el tiempo.
Mi cómplice se bajó del auto algo asustado supongo... al verme se quedó de pie junto a su auto, inmóvil... verme cerca de él, sin Nicholas, lo había sorprendido.
Corrí hacia él emocionada de encontrarlo y me detuve a estar mirando directamente sus ojos.
Me miraba sin comprender y yo solo opté por sonreír jadeante por mi viaje. Él sin saber como actuar, tomó mi rostro entre sus manos y me besó apasionadamente en los labios, dulce y exquisito sabor que recorría todo mi cuerpo. Rodeé su cuello con mis brazos e hice una presión mayor en el juego más delicioso de nuestros labios.
Me tomó en brazos con locura, claro... solo en brazos, yo no rodeaba su cadera ni nada... ¿Se imaginan en plena carretera? No.
— ¿Qué diablos haces aquí? —Preguntó emocionado. Apenas salía su voz.
—Es que te amo. Joe... no amo a nadie más que a ti, te amo —Dije tomando su rostro para que me mirara fijo a los ojos.
Sentí como una y otra lágrima se escapó de mis ojos.
Secó mis lágrimas y volvió a besarme con desesperación.
—También te amo Megan, y... estás completamente loca —Rió levemente.
—Por ti... —Susurré cerrando mis ojos y rozando mis labios con los de él.
Suspiré y dejó que mis pies tocaran nuevamente tierra, así podía acomodarme sobre su pecho y escuchar cada melodioso latido de su corazón.
Quien sabe las cosas que tendremos que enfrentas mas adelante, pero que más da... si uno comete una locura por amor... todo vale la pena.