Capítulo 1: Lobos de Colores

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Los colores jugaban en el cielo, el naranja y el rosado saltaban enredandose con el azul y el blanco, las nubes habían desaparecido y ya el sol están cayendo.
En el borde del bosque reinaba el silencio... o bueno, tal vez no tanto.
Una águila blanca, con franjas negras y marrones en sus alas sobrevolaba el lugar, observando meticulosamente el ambiente.
Juraba por lo bajo lo estúpidamente bueno que era Tey para esconderse y porque demonios se la había ocurrido a él ofrecer jugar a las escondidas. Un movimiento en la copa de los árboles llamó su atención interrumpiendo y se lanzó en picada a él.
En cuanto sintió el pelaje espeso se dio cuenta del error que cometió.
-¡Zack!- gruño molesta la tigresa
-¡Laila!- se disculpó el ave.
De nuevo estable, bajo del árbol rapidamente
El tropiezo momentáneo, junto al sonido de zarpas clavandose en madera atrajo a un segundo tigre.
-¿Lo encontraron?- pregunto Lucas al trote.
-Nada aún- informó Zack parado en una rama baja.
-¿Qué fue eso?- se extrañó Lucas.
Laila y Zack miraron el árbol donde habían chocado, varias ramas estaban rotas y las marcas de grandes garras estaban por todo el tronco.
-Zack decidió que era buena idea hacer un aterrizaje forzoso- respondió Laila con ligera ironía.
Lucas se transformó y sonrió divertido, le siguieron Zack y Laila.
-A ver, si quieres encontrar a una serpiente, piensa cómo una serpiente- razonó Zack.
-Comer... ratones... comer...- gruño Lucas bromeando.
-¡Mira tú! - le regaño Laila con los brazos en forma de jarra- ¡Deja eso!, ¡Sabes que es un mito!, ¡A él no le gusta nada eso!
Lucas le sonrió coqueto con una pizca de vergüenza.
-¡Eso es!- exclamó Zack- ¡Ratones!
Laila y Lucas se miraron confundidos, mientras el rubio se levantaba con rapidez y gritaba como vendedor ambulante:
-¡Ratones!, ¡Ratones!, ¡Coma ya su ratones!, ¡Tan rápido como una vi...
Sin poder terminar la frase una bola de lodo se estrelló contra su cara. Lucas y Laila se cayeron de la risa, mientras Tey apareció de entre los árboles gritando palabras no muy amables en defensa de los ratones.
Laila se apretaba el estómago viendo como el pelirrojo lleno de tierra ayudaba a levantarse a un Zack con la cara enlodada.
-Entiendo que te hayas molestado...¿pero era necesario el lodo?- pregunto ofuscado Zack.
-Completamente indispensable- afirmó Tey.
Lucas le extendió la mano a Laila mientras anunciaba lo más esperado de la noche.
-¿Deberíamos irnos ya?- su voz sonaba entusiasta y temblorosa, una pregunta afirmativa.
Laila lo miro con simpatía.
-Ya está el ocaso y son como 30 minutos de camino- expuso Zack.
-Si deberiamos- apoyo Tey.
Los cuatro salieron a los lindes del bosque y vieron el paisaje con fervor contenido.
-Nunca me cansaré de esto- confesó Laila dirigiendo la mano extendida al paisaje.
Comenzaba a anochecer y las extensas praderas se abrían a ellos, con altos pastos y hermosas flores se veía a los lejos el Reino, La Ciudadela.
Se veían los puntos de otros cambiantes a kilómetros, dirigiéndose al Gran Salón.
-Yo tampoco- susurro Lucas mirándola.
Los cuatro empezaron a caminar, al mismo ritmo. Laila se detuvo y los miró desafiante y los chicos sonrieron sabiendo lo que venía.
-Carrera- anunció Laila- quien de último se quedará sin galletas.
Los cuatro se transformaron divertidos ante el nuevo reto, el gruñido Lucas anunció el primer timbre.
-Preparados... listos... ¡Ya!
Lucas sintió la tierra desprenderse bajo sus patas traseras, las zancadas rápidas y amplias le dieron ventaja en a la línea de meta, Laila estaba pisandole los talones y aceleró con más fuerza, los cuatro animales cruzaron las praderas, a tal velocidad que no se veían más que manchones.
Lucas lo sabía, esa sensacion extraña, que se te atora en la garganta, corriendo sin pena, ni límites, con su fuerza y sus más leales amigos, su corazón bombeando con rapidez y sus pulmones con oxígeno fresco, sabía que esa sensación era felicidad.
Al llegar a la entrada del Reino, un enorme arco de piedra tallado con la forma de árboles entretejidos, frenaron el paso, tranquilizaron sus respiraciones y entraron transformados.
El alboroto hogareño los recibió al máximo, los habitantes iban de un lado para el otro hablando, compartiendo o jugando, los negocios estaban cerrando y los más ansiosos empezaban la fila para pintarse las caras.
Un grupo de chicas de sus edades pasaron junto a Lucas y Zack con sonrisitas y guiños descarados. Ambos voltearon siguiendo con la mirada a las muchachas.
Laila le clavo el codo en el estómago a Lucas tan fuerte como pudo.
-¡Auch!- se quejó el pelinegro sorprendido.
-No puedo creer que sea el día de la prueba y ustedes esten viendo chicas- recriminó molesta.
-¿Ellas nos vieron a nosotros?- se excuso pobremente Lucas.
-Relájate, Laila, Hay que disfrutar- bromeó Zack moviendo las cejas sugestivo.
Bufo con cierta diversión.
-A parte, Jake estará hoy por ahi, también es su prueba- Zack le sonrío picaramente.
Y mientras a Laila se le iba la sangre a las mejillas y a Lucas la sonrisa a la cañería, llegaron a la puerta del Hogar Lupus.
No hizo falta que tocarán para entrar, una loba gris moteada les gruñia en el umbral. Los cuatro sonrieron apenados y con excusas tontas entraron esquivando esa máquina asesina.
Trataron de subir rápidamente la escalera, pero fueron interceptados por otra loba.
-¡Que hora de llegar es esta!- gritó Saphafina, cerrando la puerta.

La Ciudad de las BestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora