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El camino a casa en el coche ha sido silencioso, pero he de aceptar que me ha encantado esa sensación nueva de comodidad que hacia mucho no sentía cuando estaba cerca de mi familia. 

Esa sensación de que ha pesar de todo si que era aceptada. Que no me tenían, no me odiaban, no saldrían corriendo... La sensación de que era querida y que ellos querían que me quedase allí con ellos y no saliese más corriendo (si ellos piensan que voy a ser una niña buena de la noche a la mañana, lo tienen claro).

Tenía claro, que en cuanto mis padres se fueran a la cama, haría cualquier cosa menos dormir. Primero, hablar con Charlie, luego con Sally y finalmente ir a discutir con mi novio y acabar en la cama como solemos hacer tan habitualmente.

Sabía perfectamente que en cuanto llegáramos a casa y Luke estuviese acostado, nos esperaba una larga charla. Pero a estas alturas debéis saber que yo siempre tengo energía para tres cosas: dar palizas de cualquier tipo, discutir y hacer cosas impropias con el caliente de mi novio de descendencia romana.

Al llegar a casa, mi padre abrió la puerta mientras mi madre cogía a Luke de su sillita con cuidado de no despertarlo. Nadie quiere que se ponga gruñón ni a llorar a estas horas. Es un niño muy hiperactivo, pero a veces el cansancio lo vence.

Lo siguiente de lo que soy consciente, es de que mi padre está preparando unas tazas de té mientras mis hermanas y yo estamos sentadas en la mesa de la cocina esperando a que mi madre baje de acostar a mi hermano.

Mientras mi padre pone las tazas sobre la mesa, mi madre aparece por la puerta de la cocina y se siente a mi lado. Mis hermanas están ambas sentadas juntas en el otro lateral de la mesa justo frente a mi y mi padre toma asiento en la cabecera colocándose así a mi otro lado.

Yo me quedo mirando fijamente mi taza mientras mareo al líquido de dentro por las vueltas que le doy. No pienso ser yo quien comience esta conversación. Ellos preguntan y yo respondo. Mientras siga ese patrón, todo irá bien. Solo me tengo que tranquilizar y recordarme que no me quieren ver sufrir. Y no solo eso, no quieren que sufra. No es lo mismo una cosa de otra.

-Vale, se que empezar esta conversación con este tema no es la mejor opción, pero me está comiendo por dentro.- dice mi padre al fin.- ¿Hace cuánto qué sales con el rubio?

Yo sonrío ligeramente y levanto mi vista de mi taza para mirar a mi padre a los ojos.

-Desde hace casi ocho meses, papá.- contesto yo.

-Mierda.- murmura el entre dientes.

-Sentimos no haber estado ahí, hija.- me dice mi madre cogiéndome la mano con cariño y frotando con su dedo pulgar en suaves círculos.- Debimos habernos dado cuenta. Debimos haberte ayudado y prestado atención.

-Te prometemos, que a partir de ahora, las cosas serán distintas.- me dice mi padre.- Los cambios no se consiguen de la noche a la mañana, pero lentamente todo irá a mejor.

-Lo sé.- digo en voz baja. Si alzo la voz, es porque pienso empezar a discutir o a pelear.- Sé que las cosas no serán igual.

-Y no dudes en decirnos si algo está mal.- me dice mi madre.- Se perfectamente lo que es el orgullo, hija, pero hay que aprender a controlarlo. Cuesta y no es fácil, pero se puede conseguir.

-Pues a mi sigue sin quedarme claro que es el orgullo.- dice Sally como si nada de repente.

-En el caso de Zöe es difícil de explicar.- comienza Charlie.- El orgullo tiende a ser un sentimiento de vanidad y amor propio. Normalmente, la gente que padece de él tiende a tener un mínimo de arrogancia. Pero en el caso de Zöe, está claro que para ella no es así. Ella es orgullosa, pero no es vanidosa y tiene una clara autoestima baja.

I'm lostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora