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Ocho meses de embarazo.

La habitación donde dormían Draco y Harry, estaba siendo ordenada por este último. Quien con ocho meses de embarazo, sentía que era más grasa que humano.
A pesar de que Draco le dijera tantas palabras dulces, las cuales ponían en duda, la fachada de niño mimado que se presentó en sus años de Hogwarts.

—¡Harry! ¿No te dije que no te esforzaras?

—Limpiar los muebles no es un esfuerzo.

—Ni siquiera están sucios. —Comentó.

—Lo están. Quizás a esa distancia no lo notas pero... Lo están. —Dijo Harry.

—Espera, sé que no puedes estar tranquilo pero tu condición no te permite salir a correr o a volar. Y no deseo que te pase algo a ti o a la bebé.

Harry lo miró durante unos minutos. Mientras suspiraba de manera que se rendía.

—Esto es tan difícil. A veces tengo miedo. Mucho miedo. ¿Y si no soy bueno? ¿Y si no sé como cuidarla?

Durante el séptimo mes Harry presentó, a parte de un gran cansancio, una gran inseguridad cargada de miedo.
Temía no ser un buen padre o no cuidar como se debía a su hija.

Como también era víctima de las dudas que  todo padre primerizo, en su situación, tenia. Y no quería molestar a la señora Molly con esas preguntas pero era, de una u otra forma, la opción más cómoda.

—Lo harás bien. —Lo rodeó con sus brazos.— Lo haremos bien. Ya verás. —Besó la frente de Harry.

De pronto fueron interrumpidos por un toque en la puerta y tras un "adelante", un elfo les  informo que era hora de ir a la mesa a almorzar.

  En la gran mesa, casi siempre se oían preguntas o era la hora de avergonzar a Draco. Acerca de cosas que hacía cuando rondaba los cuatro años. Pero ese día las cosas eran diferentes, Narcissa se había mantenido en silencio y Lucius sospechaba, que su esposa sabia algo que no quería compartir, al menos no con todos ahí.

Cuando todos terminaron se levantaron, aunque Draco ayudo a Harry, mientras esté, se sujetaba el vientre.

—Iré a caminar por los jardines. —Anunció Harry, dejando atrás al rubio. Quien, por el tono de voz, dedujo que deseaba estar solo.

—Hijo. —La voz de Lucius sacó de su transe al joven Malfoy. — Ven.

Draco lo miró con duda, acercándose a él. Mientras que después de mucho tiempo, veía en su padre aquella mirada que le hacía ver humano.

—¿Sucede algo? —Carraspeo, de pronto sintió su garganta seca.

—Vamos a la biblioteca.

Con la sutil orden, Draco camino al lado de su padre.

Había muchas cosas que Lucius había hecho mal en su vida y una de ellas fue usar a su hijo para sus propósitos. Negándole la opción de elegir un camino, incluso arrebatándole las opciones.

Ambos hombres entraron a la gran biblioteca, llena de libros. Draco miró con nostalgia la habitación, recordado las veces que su padre le leía algunos libros.

—¿Hay un algún problema?

—Lo siento. —Dijo. Y el joven Malfoy sintió como una gran barrera de cristal se rompía.

Por primera vez después de tanto, se dieron un abrazo. Mientras esa habitación veía a un padre y a un hijo, ser realmente lo que eran.

Harry caminaba despacio, pero demasiado hundido en sus pensamientos como para notar el sonido de unos tacones tras él.
Narcissa había oído la charla donde Harry había expuesto sus inseguridades. Y ella, como una mujer que había pasado por ello, pero había tratado de aparentar, quería recordarle que era un chico que todo lo podía. Y que si alguna vez estuvo solo, más nunca lo estaría otra vez.

Ay, Lissa Malfoy sin nacer ya había hecho de las suyas en algunas corazones.

—Harry. —Llamó la mujer, causando que el chico detuviera su paso para mirarla. — Creo que seria una buena idea ir... Que vayan con los Weasley. —Sonrió. — Sé que a la señora Molly, le encantará responder tus preguntas. Porque en estos casos, se necesita un lazo materno.

Y sin querer los ojos verdes se llenaron de lágrimas. Tal vez eran las hormonas. Narcissa abrazó al chico, tratando de calmarlo o al menos haciendo de su llanto algo que podría ser curado pero que se necesitaba.


—Lamento... Esto. —Dijo entre sollozos.

—Tranquilo. No pasa nada, solo un vestido mojado. —Rió.

Esa tarde Draco y Harry irían hacia la madriguera a pasar el último mes. Uno mucho más feliz que otro pero era cuestión de un proceso.
Cuando llegaron, recibieron a Harry con abrazos y con un Ron algo llorón y enfadado con Malfoy, aunque pronto se le pasaría, luego de dos días Hermione también llegaría, impulsada por ver a Harry y a Ron.

Molly ya le había tejido tres suéteres a Lissa con la característica inicial.

Y Draco ya comenzaba a amigarse con ese ambiente.

Serpiente En Apuros. |1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora