La lluvia de Julie Ann

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Pasaron muchos días después de ese día, ella decidió comprometerse tanto como para planear con seguridad la fecha de su boda y para desdicha de algunos que la querían, ella realmente parecía enamorada de su novio, se le veía en sus ojos la boda que tanto esperaba. No me alegré, sabía que algo no andaba bien en esos momentos, veía algo extraño en su novio, nada que él tenga la culpa.

Cuando me comentó sobre la noticia, la felicité y le di un abrazo —más como muestra de mi apoyo hacia ella incluso en ese momento—, luego le dije:

—Un día verá sus fotos de soltera y dirá que ... —cuando ella me interrumpió:
—No tengo muchas, tengo unas 10 quizás...
—¿Fotos?
—Sí, no tengo muchas, claro que ahora tengo más fotos mías, pero es por este celular que me lo permito, pero impresas no son muchas.
—Si quiere le puedo imprimir algunas
—¿En serio?
—¡Claro!
—Sabes que, ¿acabas de comprar una cámara no?
—Sí, ¿me permitiría tomarle fotos?
—Sí, eso te iba a pedir... claro, si no te molesta.
—Me gustaría, ¿cuándo quisiera?, conozco un buen lugar.
—¿Te parece bien el viernes en la tarde?
—Después de mi turno en el trabajo, trataré de salir una hora antes.
—Entonces yo también trataré de salir una hora antes, ¿te parece?.
—Sí.

Y así fue como quedamos aquel martes, tenía 2 días para poder disfrutar de ese momento. Pasaron rápido los 2 días, y ya fue jueves, estaba nervioso porque al día siguiente le tomaría fotos, aunque necesitaba ayuda, le pedí consejos a Ricardo y Jairo porque ellos sabían mucho más que yo sobre fotografía, me dieron unos muy buenos tips. Ricardo me dijo que le tenía que confesar a J1 que la quería como mujer. Lo que él no sabía es que si bien le tenía entonces un aprecio a J1, era muy diferente el aprecio que le tenía, y el deseo que le tenía, definitivamente no eran un afecto y deseo compatibles.

Llegó el viernes y quería decirle que la apreciaba demasiado, pero supe que ella sabía que la apreciaba, y que lo que ella en realidad no sabía era lo tanto que la deseaba. Aunque el deseo podría tomarlo como algo no muy importante sino como un mero instinto, no le tomé importancia y decidí, salir justo a tiempo hacia el parque donde le dije que la esperaría.

Llegué y justo pasé por el camino que ella necesitaba seguir para llegar al punto de encuentro, así que la vi y corrí hacia ella —el cielo estaba nublado, ya que era época de lluvias—, y le dije:

—¿La puedo acompañar señorita?
—¡¿Ah?! —dijo ella con susto.
—Soy yo —le sonreí
—¡Ah!, claro —me sonrió.

Noté como empezaba a caer la brisa y saqué pronto mi paraguas, lo abrí y a los pocos segundos empezó a llover. Mientras caminábamos hacia el lugar... la lluvia había arreciado tanto que decidimos esperar cerca de un mural para no mojarnos más —ya que nuestros pies con todo y zapatos ya estaban empapados de toda esa helada lluvia—, esperamos un par de minutos a que calmara, pero en vez de eso seguía y seguía... tanto que llegó un punto en el que aumentó la furia de la lluvia y no nos quedó más que reír.

Mientras el tiempo avanzaba, el frío se hacía presente y aunque parecía calmar poco a poco la lluvia, realmente se estaba tomando su tiempo, o quizás la pequeña incomodidad de estar con ella no me dejaba tranquilo.

—¡Qué frío! —mencionó ella.
—¡Vaya que sí! —le dije sonriendo—, pero es cuestión de tiempo solamente.
—Sí, ¿por qué no traes chaqueta?
—La olvidé.
—Y siempre andas con suéter o chaqueta, que mala suerte que no la tengas puesta hoy.
—Quizás porque se podría haber ensuciado o no sé... por algo fue —le aseguré.
—¿No tienes frío?
—Sí, claro que tengo frío.
—Mira que aunque tengo esta pequeña chaqueta, también siento frío.
—¿No quiere abrazarme por el frío? —le dije lo más naturalmente posible.
—Bueno —dijo ella, que sin dudarlo me abrazó.

Entonces ya no supe qué decir, solamente sé que mi corazón latía más fuerte y no sabía si me sentía bien porque la deseaba, o si me sentía bien porque la quería ... realmente no supe nada en ese instante, y lo pensé tanto que no dije ni una palabra. Al parecer, ella en su silencio pensó en algo también, porque no dijo nada más. Mientras pasó unos segundos que se convirtieron en primeros minutos, ella retiró su brazo y se abrió la chaqueta, y pegó su torso más al mío, abrazándome y dijo:

—Quizás si te comparto un pedacito de mi chaqueta, me compartas la tuya algún día.
—Creo que sí lo haría.
—Ahora sí.
—¿Ahora sí? —Le pregunté... aunque empecé a recordar el porqué ella dijo tal oración.
—Nada... —En ese momento retiró su brazo, dejó de abrazarme de nuevo.
—No se ha dado la oportunidad para dársela. —Le dije, aunque ya recordaba yo muy bien ese día.
—Recuerdas aquel acto en el que fuiste a ayudarnos, ese día había mucho frío y...
—¡Ah! ... lo que sucede es que, estoy muy enfermo de la garganta, es un tipo de alergia al frío, así que siempre ando con suéter porque lo necesito, y ese día estaban muchas personas, ¿no creería que se hubiera visto muy preferencial hacia su persona si le hubiera dado mi chaqueta?
—Bueno, sí... tienes razón.

El silencio volvió a reinar, y rápido la lluvia cesó. Llegamos al punto de encuentro y noté que no había puesto la memoria en la cámara, le comenté lo sucedido y me vio con la misma mirada, para nada afectuosa, y me dijo que no había problema, con un tono algo melancólico. No supe que había pasado realmente, regresamos. Mientras nos fuimos caminando y esperó por un taxi, esperé con ella. Cuando llegó el taxi, me sonrió y me dijo

«Gracias por el intento, en serio gracias, quizás en una próxima ocasión se pueda»

Y se despidió con un beso suave y frío —por la lluvia quizás—, y le sonreí, no dije nada más y esperé a que se fuera. Mis labios aún sentían los suyos. Me regresé a casa.

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