Malena, en mis labios su nombre rebosa de alegría y nostalgia. Susurran desde mi corazón los
pecados que con ella he concretado. Si las paredes hablaran nuestros secretos develados serian el
furor de los solitarios oyentes.
Malena, su contorno, sus ojos, sus manos, todos ellos siempre tan suaves y gentiles. Su majestuoso contorno tanto en la luz como en la oscuridad se sentía suaves y excitantes. Sus ojos a veces arrogantes, a veces pasionales, ellos te miraban fijos hasta deleitar tu alma, hasta desnudar tu ser. Sus manos eran otro universo, eran corceles que te transportaban hacia un infinito alterno, todo lo que tocara con sus manos se transformaba en fuego, hasta perecer en la cenizas de una noche sin control.
Malena, cada letra, cada consonante, cada unión en su nombre deja al descubierto la perfección en el universo, la unión del alma y el cuerpo, lo eterno de la noche, lo fugas del día. Todo ella es lo que debe ser, lo que los astros dejaron en la tierra por si la oscuridad domaba el ánima, ella lo iluminaria.
Malena, aún recuerdo ese sentimiento que atravesaba mi pecho al verla por vez primera, era tal la presión en mi cuerpo que las palabras no salían, que mis manos temblaban y hasta mis piernas se inmovilizaron ante su presencia, mis ojos se llenaron de ella y mi reloj se detuvo, quería aunque
sea verla eternamente, pero verla. Al mirarla por vez primera lo imposible fue cierto y lo cierto fue
imposible. El amor en mi había encontrado su forma, todo ese amor encajaba a la perfección en su
figura.
Malena, me embriagaba solo con su imagen cada vez que la visualizaba, mis palabras seguían sin
descargarse de mi cuerpo, cada cruce de miradas eran balas rasantes que me quemaban, ella comenzaba sin darme cuenta a ser más cercana, lo bueno y lo malo ya no importaba, ella estaba a mi lado.
Malena, las noches antes de las palabras solo éramos polvo en busca de formas, la timidez me comía y mi hoguera daba indicios de calor. Era tan de noche que las estrellas nos llenaban, que la luna nos daba todo su abrazo y que la casual soledad era muy oportuna. Solo los dos a un
centímetro de quemarnos la piel.
Malena, antes de darme cuenta mis manos mecían y acariciaban las tuyas, mis ojos se perdieron
en los tuyos y nuestros corazones se fundieron en una vorágine sin retorno. El silencio dijo más
que mil poemas, mis labios pedían el sufragio de los tuyos. Sus labios fueron las llaves, las chispas,
la seguridad, la infinita felicidad de un segundo de amor.
Malena, las noches nos consumían cual infierno, las mañanas nos despertábamos en el Edén. Su
sonrisa era el desayuno que me daba fuerzas, su calor era perfecto, todo era ella, ella era el todo,
tan Malena para un solo mundo, tan poco el mundo para tanta Malena.
Malena, llore, no miento, llore mil lamento, los recuerdos.
Me abrace al dolor de su ausencia, las
noches ahora son solo frio, las mañanas no me dan ese respiro que me daba. Esté donde esté, ese último beso aun lo siento en los labios, mis manos tiemblas, mis pies se paralizan, mi boca calla, como la primera vez que nos vimos.