Rodeado de ojos que no quieren pero ven nuestros cuerpos que en alma están desnudas.
Sabemos que está mal, pero solo nos incita al juego, sabemos que no debemos, pero el "no" es más delicioso en nuestros labios. Los ojos nos creen sucio e impuros, pero también juegan en esta noche. Hay demasiada luz, no deja ocultar nada, que deja ver todo. Respiramos uno muy cerca del otro, el aire se hace hilo y nos enreda, nos ata, no nos deja ir. Cada movimiento de nuestras bocas,
una sonrisa invisible o el tragar saliva hace que nos prendamos más al prohibido acto que no debe pero sucede. Las manos, diosas del pecado que nos convierten en prófugos de la decencia y victimas la pasión. Ella se regocijan con el placer, las telas son las rejas que no dejan que seamos
uno, los ojos son las cadenas que nos condenan.
En medio de nuestro incendio me detengo antes que el infierno nos consuma, antes que el viento que nos acaricie y nos encienda aún más. Me miras con un profundo odio y fulgor, que hacen nacer el deseo en tu mirar, encendida como una hoguera, hechizada por eros. Veo en tus pupilas que rea te has vuelto que la situación, el limite esta próximo pero mi cordura es cómplice y dice que corramos donde podamos quemarnos o naufragaremos en el mar de miradas que nos degustan vorazmente. Mi corazón no era participe que esta escena, solo hablo el fervor. Llegamos a tierra firme, donde la tormenta de ojos ya no nos perseguía. La devore como si fuese un
demonio catando un alma, me consumió como un cigarrillo entre sus dedos. El reloj se perdió en algún lugar de la habitación, no nos importaba, ya no sabíamos ni nuestros nombre, no nos reconocíamos a nosotros mismos, sabíamos que éramos seres que fueron secuestrados por el pasión del eros, por las manos pecadoras, por los labios chispeantes, por el mar de miradas, por los húmedos pensamientos que nos terminaron ahogando sin pensar en esa habitación, en esas sabanas, en ese colchón y en este mundo que nos provocó a vivir y a jugar esta noche llena de luces. En el final antes de la despedida, el silencio nos hizo cómplices y nuestras miradas firmaron el libro de los eternos secretos.