Extra Druzo

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—¡Joder!- Druzo estaba dentro de su lujoso automóvil, limpiando su rostro con un pañuelo, el vino había estropeado su camisa favorita

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—¡Joder!- Druzo estaba dentro de su lujoso automóvil, limpiando su rostro con un pañuelo, el vino había estropeado su camisa favorita.

De bruscos tirones se arrancó la corbata y desabrochó los primeros botones de la misma.

Se miró al espejo y sintió la humillación del rechazo hervir su sangre. Nunca nadie le había puesto en su lugar hasta ahora. Y lo peor era, que en verdad él nunca se había puesto a considerar su trato hacia las otras personas. Él solo sabía dar órdenes, ¿Acaso eso era algo malo?

Peor fue su suerte, cuando iba por el centro de la ciudad, el cual estaba de camino a su casa y escuchó una explosión. Un neumático se rompió y tuvo una sacudida todo su automóvil.

—¡Joder nada más esto me faltaba!- gritó furioso, golpeó el volante de la unidad, se bajó y comenzó a patear su lujoso auto.

Una vez que sacó un poco de su frustración, ignoró por completo las miradas burlonas de la gente que pasaba. Sacó su teléfono para llamar a una grúa o un mecánico, pero de nuevo vino a su mente ese chico Edgar su frase "Te despido como mi jefe", vaya forma de renunciar.

Druzo no necesitaba a nadie y se lo iba a probar así mismo; se quitó su saco manchado de vino al igual que su camisa, las hizo una bola y las arrojó en el asiento trasero del auto. Quedó con el torso al descubierto, mostrando su sexy y bien trabajado abdomen.

De la cajuela sacó lo necesario para montar la llanta de repuesto y comenzó su labor; casi terminaba cuando llamó su atención el claxon de un taxista que iba a exceso de velocidad a punto de chocar casi contra él que estaba a media calle, y luego se escuchó el golpe, un chico que iba en una bicicleta se impactó contra la unidad y rebotó contra el suelo por culpa de aquel chofer de taxi —¡Ay!

Inmediatamente Druzo se puso de pie y fue a auxiliar al muchachillo, ya que el taxista brilló por su ausencia y se dio a la fuga.

—¿Estás bien?- Druzo ayudó a que el pobre chico se pusiera de pie.

—Eso creo- el joven rubio alzó su mano tallando su cabeza —Ay- se quejó al ver su brazo con una fea raspadura y un poquito de sangre.

—Creo que por aquí tengo otro pañuelo, permíteme- Druzo caminó hacia su automóvil y de la guantera sacó el otro pañuelo que le quedaba —Toma.

—Muchas gracias- el chico hizo muecas de dolor, sin embargo limpió un poco su herida con aquella tela —No vi a ese idiota y salí volando.

—No te preocupes, lo bueno es que estás bien.

—¿Qué hacías a media calle tu también?- preguntó el rubio con interés mientras recogía su bicicleta del suelo.

Druzo le ayudó a recoger sus cosas, pues habían caído por el suelo varios tubitos con pinturas de distintos colores
—Estaba cambiando un neumático.

Consígueme un novioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora