Capítulo III - Noche de bar

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El día transcurrió con normalidad. Había descansado suficiente la noche anterior, así que me dispuse a desempacar las cosas y seleccionar la ropa para lavarla y organizarla. Esa noche saldría "de copas" con Dayana, necesitaba escoger ropa adecuada y avisar a mis padres que no llegaría temprano.

—Madre, quería que supieras que hoy saldré con Dayana, dudo que regresemos temprano, cualquier cosa me quedo en su casa y te aviso.
—Está bien, hija, diviértanse, y tengan cuidado. —no hubo mayores preguntas por su parte.
—¿Dónde está mi padre?
—Trabajando. —respondió de manera esquiva.
—¿Un sábado?, ¿es en serio? Veo que nada ha cambiado en mi ausencia.

Mi madre no dijo nada, siguió en sus rutinas y yo seguí con mi faena. Al final de la tarde llegó el momento de prepararme para la salida, me di un buen baño, humecté mi cuerpo, escogí un atuendo nada llamativo, tampoco es que quería figurar, aunque posiblemente, ni tratando lo lograría, para variar. Me vestí con un pantalón tipo Kaki oscuro, mocasines negros, una franelilla blanca y sobre esta una camisa azul manga larga de botones completamente abierta. Me perfumé, agité un poco mi cabello, y ya estaba lista; ventajas de usar el cabello corto. No pasaron diez minutos y Dayana estaba estacionada frente a la puerta de mi casa.

—Eva, llegó Dayana. —gritó mi madre desde el recibo.

Tomé mi identificación, mi teléfono, algo de efectivo y bajé a encontrarme con mi amiga.

—Hola, guapura. —Dayana estaba parada en el umbral de la puerta, sonriente.

Le di un empujoncito amistoso para que cerrara la boca, me despedí de mi madre y salimos al carro.

Ella estaba realmente deslumbrante, en contraposición a mi estilo. Ella siempre fue muy femenina, llevaba un vestido color lila ceñido al cuerpo y de espalda descubierta, que delineaba perfectamente sus caderas, tenía un escote que dejaba ver sus pronunciados pechos, y se había puesto unos tacones que la hacían ver más alta que yo. Su perfume completaba el cuadro, esa noche, sería el centro de atención, en definitiva.

De camino al local, no pude evitar sacar conversación al respecto.

—¿Vas de cacería esta noche? —bromeaba un poco con ella.
—Tonta, nada de eso. Lo que pasa es que...
—Aquí viene... —ya me conocía ese diálogo de memoria.
—Cállate... conocí a alguien y quedamos para vernos esta noche, es todo.
—¿Y qué hago YO aquí? ¿Soy el gorila o te sostendré la cámara mientras grabas la película porno? —solté una carcajada que la hizo ruborizar.
—¡Estúpida! —trató de golpearme pero salí ilesa, no podía dejar de reír viendo su cara, estaba roja cual tomate.
—Hay una buena razón para que estés aquí, eres como mi hermana, necesito tu ojo clínico, nunca te equivocas en estas cosas... además, creo que no viene sola del todo. Me habló de una amiga, así que descuida, hay suficiente carne para todos.
—No necesito esto, no me molesta acompañarte, pero de ahí a ser niñera de las amigas de tus conquistas, no gracias, paso.
—No seas aburrida, necesitas despejarte, quien quita y hagas una "amiga".
—Como digas. —no seguí la conversación luego de ese punto, y me quedé mirando hacia la ventana.

Era predecible lo que iba a pasar, sabía que no por nada me estaba pidiendo ir con ella, alguien tenía que manejar de vuelta a casa, sí, Eva: "la conductora designada".

Llegamos al sitio, estaba repleto de gente. Mostramos nuestras identificaciones, nos chequeó el personal de seguridad y pasamos sin problemas. No niego que el ambiente era agradable, sonaba música con estilo Vocal Dance, y la pista de baile estaba a reventar.

Dayana había reservado una mesa para cuatro personas cerca de la pista, nos sentamos y esperamos a su cita.

—Este lugar está fenomenal. —me dijo, visiblemente feliz.
—La música es buena, nada mal para empezar —le respondí, sin mostrarme muy entusiasmada.
—Sabía que te gustaría venir, gracias por acompañarme. —Su abrazo pudo haber sido catalogado como un intento fallido de asfixia mecánica.

Pasado TormentosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora