The strength to light our way

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Para el registro: Merlin y Albion: The Enchanted Stallion no me pertenecen, solo esta idea loca que espero disfruten. Al final, les dejaré las canciones que inspiraron esto, así que (si quieren) ¡pueden escucharlas mientras leen! Yo soy muy feliz, mucho, mucho, cuando me dejan sus opiniones. ¡No sean tímidos! Puede ser lo que deseen. (Nota: No encontré otro video más bonito para poner :c). Ahora sí, ¡a leer!

* * *

Mercy soñaba con tener una gran granja, llena de hermosos caballos, donde ella y su padre pudieran vivir sin preocuparse. En cambio, lo único que tenían era una cabaña sobre la montaña, donde las ventiscas eran especialmente terribles. Su padre, Mordred, tenía apenas tiempo para ella entre sus dos empleos. Al no tener estudios, él se las apañaba para enviarla a la escuela y mantenerla.

A Mercy no le agradaba la escuela, mucho menos las otras niñas, que solían llamarle orejona y burlarse de su falta de equilibrio. Prefería pasar el tiempo en casa o paseando por las veredas, mirando a los animales. Así es como había terminado consiguiendo un trabajo a medio tiempo en las caballerizas del señor Macdonald, quien le pagaba una buena cantidad de monedas por cepillar sus corceles y paliar el estiércol.

Aquella mañana nevada era nochebuena y ella bajó temprano, pues tenía pensado pasar el día con los caballos. Su padre estaba preparando el desayuno, él también tenía que trabajar.

-Buenos días, princesa -Le saludó, poniendo su mejilla para un beso. El padre de Mercy era de pocas palabras, tan apuesto que ella tenía que espantar a las vecinas chismosas que buscaban conquistarlo llevándoles comida. Al final no podía culparlas, ¿quién no caería por esos ojos serios? De todos modos, él nunca las tomaba en cuenta. Para Mercy y su padre, solo existía una mujer.

Aunque ella no estuviera viva.

-Buenos días, papá -Dijo, abrazándolo por la cintura-. ¿Llegarás para cenar?

-Depende de lo que prepares -Él respondió, las comisuras de sus labios curvándose un poco.

-¿Te parece boloñesa?

-Estaré aquí a las ocho en punto, sabes que es mi favorita.

Ella le sonrió ampliamente y comió los huevos que le sirvió. Mercy lo observó al sentarse, amaba a su padre más que a cualquier otra persona; la forma en la que solía ser tan cariñoso y las historias fantásticas que le contaba antes de dormir, sobre mundos imposibles con castillos y caballeros astutos. Él adoraba hablar especialmente de dragones y de una hechicera que compartía sangre con ellos, tan poderosa que la llamaban señora de los dragones.

La cosa favorita de Mercy era escucharlo relatar.

-Tengo algo para ti -Dijo él, sacando una caja pequeña de madera-. Sé que tu cumpleaños es mañana, pero no podía esperar.

Ella tomó la caja y la abrió, revelando un collar de cristal blanco. Al tomarlo entre sus dedos, se sintió extraña.

-Es hermoso -Murmuró, observando de cerca. Tenía grabada una espiral muy fina en el frente.

-Pertenecía a tu madre.

Mercy le miró, atónita. Se lanzó hacia él, sintiendo lágrimas en sus ojos.

-No sabes lo feliz que me hace, papá.

-Ella habría querido que lo tuvieras.

Su padre sonó triste y le alejó para mirarla, sus manos acunando el rostro. Mercy y su padre compartían la misma forma de cara y los rizos negros que ella mantenía atados en una trenza. Y donde sus ojos eran claros como agua de estanque, los de ella eran como el cielo en un día despejado.

The strength to light our wayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora