About Arthur and Morgana's love

94 10 1
                                    

Su amor fue como plantar una semilla. Nada floreció de inmediato, en cambio, pasó tanto tiempo que ni se dieron cuenta de que estaba allí.

Se conocían desde antes de ser conscientes. Lo primero que Morgana pensó cuando la empujaron a saludar al príncipe —que se escondía tras la capa del rey Uther—, fue que era el niño más gordo y feo de la historia.

Y siguió pensándolo a través de los años.

Arthur era un dolor en el trasero: mimado, grosero y astuto como el demonio. Solía jalar su cabello, alzar sus faldas y hacerle caras. Conforme crecieron, Morgana llegó a pensar en cometer principicidio, si es que esa palabra existía.

Y después Vivienne murió.

La muerte de su madre la volvió oscura y triste, tanto que no quiso volver al castillo. Pasó tantos días en su habitación, que no notó que el verano estaba llegando a su fin. Su único consuelo era su padre, Gorlois, quien la hizo volver a sonreír. Ella aprendió a poner una armadura y a montar; se volvió diestra con la espada y con el arco y su padre la elogió como a una guerrera.

"Eres fuerte, hija mía". Gorlois solía decir. "Estoy tan orgulloso".

Y, luego, él también murió.

El rey Uther tomó a Morgana bajo su ala, porque ella no podía vivir sola en el pequeño castillo de sus padres. La colocó en una torre y ella se sentía tan desdichada, tanto que comenzaron a aparecer los terrores nocturnos.

Arthur tocó a su puerta un día, después de no haberlo visto por un largo tiempo. Se había vuelto más alto, casi tanto como ella y ya no era gordo, sino grueso, formado en batalla.

Él la miró, porque también había cambiado. No era la misma chica sin mucha gracia a la que solía molestar. Morgana era toda curvas suaves y cabello reluciente, con ojos verdes cual estanque encantado.

Y su tristeza la volvía trágica, como las princesas a las que había que rescatar.

Pero Arthur era un idiota, ambos lo sabían y tampoco había madurado.

Así que él hizo lo único que podía hacer.

—Aunque la mona se vista de seda...

—Aunque el bufón se vista de príncipe —Ella devolvió—. Sinceramente, Arthur, ¿no tienes algo mejor que hacer?

—Mi padre quería que viniera a animar a su nueva protegida. No es como si quisiera verte, hay damas más hermosas en las cocinas.

—Y hay cerdos más decentes en los chiqueros, su alteza.

Arthur y Morgana, una semilla que emergió, nunca creyeron que siquiera pudieran ser amigos.

Comenzó como una competencia. Quién era mejor, quién era más diestro, más astuto y más hábil. Uther se deleitaba en sus juegos y prácticas, dándoles lo que fuera que desearan.

Morgana lo quería, pero jamás podría reemplazar lo que perdió.

Ella venció a Arthur en batalla, en la clase de modales y en ajedrez. Y Arthur rumiaba, rojo de vergüenza y furia. Él nunca iba a confesar que la verdadera razón por la que tropezaba en el campo era porque se fijaba en la forma en la que ella se mordía el labio.

Morgana nunca iba a confesar que encontraba adorable que fuera un mal perdedor.

Sucedió, por fin, que notaron el brote en un baile, cuando ella lució el vestido verde favorito de su madre. Arthur y sus amigos estaban en la puerta cuando llegó y todos guardaron silencio.

The strength to light our wayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora