Gaius jamás pensó que aquella pequeña niña delgaducha, pudiera ser tan poderosa. Pero Merlín entró dando trompicones, tirando jarras de agua y congelándolas en el aire, tornando viento en fuego, siendo capaz de incluso alentar el tiempo.
Las grandes sorpresas vienen en paquetes pequeños.
Ella podía leer la lengua antigua y pronunciar hechizos con una facilidad que él, ni en sus mejores años, podía entender sin semanas de práctica y error. Ella había nacido con magia, la llevaba en sus venas, en cada negro cabello.
Y, como debía ser, ella tenía un destino muy grande, al lado de un hombre que se convertiría en el más magnífico rey que hubiera pisado Albion. Y se volvió su doncella después de salvarle la vida.
Merlín no poseía gracia alguna, ni encantos físicos sobresalientes. Pero tenía un corazón tan grande, tan glorioso, como su propia magia. Y este se reflejaba en las grandes ventanas que eran sus ojos azules. Nadie que fuera bueno, podría odiarla.
Arthur la adoraba, a pesar de quejarse de su ineptitud y remisa. Los caballeros la protegían como a su pequeña hermana y, todos lo sabían, Gwaine y Lancelot estaban enamorados. Gaius la amó desde el primer día y hasta que ella creció, convirtiéndose en una muchacha virtuosa y parlanchina que daba la vida por la de aquel que sostenía la cuerda de su destino. Él siempre pensó que Merlín sentía algo por Arthur, quien aún se lamentaba por la pérdida de Morgana.
Ella nunca la había conocido, no más allá de los rumores, pero Arthur solía hablarle un poco sobre sus sentimientos. En Camelot era bien sabido que, a pesar de ser solo su pequeña doncella y de la evidente distancia entre sus edades, Merlín era la única confidente y amiga del rey.
Y cuando ella cumplió dieciocho, el rey se enamoró de Guinevere, a la que Arthur proclamó como la rosa más hermosa de Albion.
Merlín lloró los días previos a su matrimonio, preocupando a Gaius por que el reino fuera a inundarse; sus lágrimas, replicadas por el cielo, azotaron las tierras con violencia.
Sin embargo, el día de la boda real, el sol brillaba en lo alto y los pájaros trinaban, los jardines habían florecido. Merlín salió de su habitación, más tranquila y le dijo a Gaius que debía ir a preparar a Arthur para su gran día.
Más tarde, cuando la amenaza de Morgana ya no estaba tan fresca, él se armó de valor para preguntarle qué había cambiado.
Ella se encogió de hombros.
—Me di cuenta de que lo que sentía no era más que la fuerza con la que estamos atados. Es como cuando tuve que irme de mi amado Ealdor —Explicó—. Mi destino y mi corazón no están en el mismo lugar.
—¿Cómo llegaste a esa conclusión? —Gaius quiso saber.
Merlín sonrió a la ventana, dónde una golondrina había armado su nido y alimentaba a sus polluelos.
—Tuve un sueño muy hermoso, sobre un campo de flores y mariposas. Y lo sentí... Comprendí que, aunque Arthur no me haya elegido, no voy a convertirme en espuma, ni me desvaneceré en las olas del mar.
—Es una linda metáfora, mi niña.
—Habrá alguien Gaius, que me elegirá sobre todas las cosas, sin importar si soy un girasol o una rosa o una margarita. Me querrá a mí y solo a mí.
—Sé que así será, Merlín. Sé que así será.
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The strength to light our way
FanfictieLas profecías hablan de una niña que vendría a liberarnos, en cuyas venas corre la sangre de los viejos reyes y el poder de la magia antigua. Dicha niña reuniría los tesoros antiguos, obsequiados a través de los siglos por la Diosa Blanca y con su p...