Carta 1: Sanar el dolor.

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...

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: la noche esta estrellada y tiritan, azules, los astros a lo lejos.

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

...

Abrí mis ojos, me sentía mareado, perdido. La sensación de vacío era muy evidente en mi estomago y el hambre no era la razón, me sentía perdido, confundido sería el sentimiento correcto. Había escuchado esa voz recitando el mismo poema una y otra vez, la voz de una mujer, una voz muy familiar, pero mi ignorancia se hace notar al no investigar de donde provenía, era un idiota por decidir ello, pero discutirlo no arreglaría nada.

Me siento sobre la cama, miró el frío piso antes de levantarme rumbo a mi ropero para cambiarme e ir a la escuela para luego ir al entrenamiento después.

Era una rutina, una rutina que tenía que cumplir, aunque no quiera. Era algo declarado.

...

Miré a todos mis amigos, sentados, mirándose entre sí, riendo. No sabía el hecho de porque en mi rostro no había una sonrisa, me sentía estúpido.

— ¡Hey! – dijo Alex llamando mi atención - ¿Qué pasa? – preguntó, me senté con la bola de individuos y tiré mi mochila aun lado.

— Nada... no tuve una fantástica noche que digamos – respondí.

— ¿No te pudiste jalártela a gusto? – preguntó juguetona Emma. Yo no reí.

— Madura, por favor. – Respondí sin humor.

— ¿Estás enojado? – Pregunto Maxon.

— No... - respondí – sólo es que... - miré enfrente mío, vi el pupitre vació de Aurora, sin ella allí, sentada, leyendo un libro o escribiendo tonteras ignoradas por todos. No he sabido nada de ella desde la fiesta.

— Aurora – dijo Maxon en un susurro – Daniel, ella se fue a vivir con su mamá a Francia, no te preocupes.

— ¿Francia? – dijo Alex – a ella no le gustaba Francia.

— ¿Cómo sabes eso? – le pregunté con una cierta duda.

— ¿Y me lo preguntas a mí? – contestó Alex – se supone que son compañeros de salón desde niños.

— Se supone – Río Emma. - ¡Vamos Alex! Daniel apenas sabe como se llama, ¿tu crees que sepa como se llama la puta de Aurora?

— ¡Cállate, Emma! – Regañé – Me sorprende que siendo una chica insultes a otra.

— ¡Oh, perdón! – dijo Emma otra vez - ¿te pegué en la vagina? – bromeó otra vez.

— ¡Cállate! – regañó Sara - ¡que lenguaje!

— ¡Mis huevos! – contestó agresiva Emma.

— ¡Señorita Brown! – escuchamos a la maestra entrar, todos mis compañeros murmuraron al ver la increíble entrada de la tutora con su rostro arrugado como pasa. – Ese lenguaje no está permitido en esta institución. Le pido que lo modere. – Ella giró ignorando el regaño. – Viendo la riña que todos sus compañeros provocan... ¿no le molesta que su novio vaya por unos libros que está en la dirección? – levanté la mirada hacia la anciana.

— ¿Yo? – dije sin más.

— ¡Usted! ¿Cómo cree? La señorita Brown anda con uno y con otro... obvio que usted, vaya. – Me levanté a duras penas del asiento y caminé hacia la salida, miré hacia atrás y observé a la maestra - ¡Vaya! Que su estadía me hará mas vieja. – Giré y cerré la puerta tras mío.

DesaparecidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora