Carta 4: "Piedad"

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Miraba fijamente al piano, parecía tan lejano, tan siniestro. Me sentía como en una cama de terciopelo rojo, acostado, mirando hacía el techo con el corazón en las manos, pidiendo clemencia, pidiendo piedad por pecados cometidos en un pasado.

Me sentía ajeno. Me sentía tonto.

Recordaba momentos maravillosos dignos de una mentira bella, la mentira del amor. Mentira que fui víctima y verdugo. Pero hacerme el tonto no me va a ayudar en nada.

Escuché la puerta, giré la cabeza y la vi, dejando sus cosas en el suelo. Rendida, su cabello rubio y sus ojos verdes parecían ser víctimas del tiempo que poco a poco la vencían como los recuerdos. Parecía harta pero, al parecer, tenía una recompensa. Miró abajo, y luego me miró sorprendida, tomó sus manos y se los llevó a los ojos para rascarlos un poco con el objetivo de ver que no estaba volviéndose loca.

— ¿Mi amor? – preguntó preocupada al ver la hora - ¿Qué haces aquí despierto? – no contesté. – Daniel, vamos mi amor. Tienes que dormir.

— No puedo – dije sin más -. Ella está aquí.

— ¿De qué hablas Daniel? – preguntó mi madre preocupada. - ¿Tuviste problemas con Emma?

— Sólo quería ayudar – por primera vez, pude llorar para sacar todo y lo peor enfrente de mi madre -. Mi único pecado fue ese. Lo juro. – Se acercó a mí, dejo a un lado sus zapatos clínicos y se hinco a mi lado, acaricio mi espalda. Se sentía mal. Miré a otro lado y la vi, su sombra, sentía el terror escurrir por mi espalda, manchar mi memoria, matar esperanzas. ¿Por qué ahora?

— Conozco a un buen psicólogo que te puede ayudar Daniel.

— ¿Eso es lo que quieres? – me aleje de ella. - ¡Vamos! Tú sabes lo que pasa.

— Entiendo que te sientes afectado por la desaparición de Aurora pero...

— ¡Nada! No tienes la seguridad que ella esté a tres metros bajo tierra. Ya no quiero nada.

"

La misericordia es una parte integrante de la justicia

Jacques Benigne Bossuet (1627-1704) Clérigo católico, francés y escritor.

15/09/18

Piedad y misericordia, dignas de personas crueles como yo. Una simple mortal que se cree Dios, capaz de condenar a las personas por el sólo hecho de existir.

No miento

Recuerdo aquel día cuando vi a Daniel hablando con su grupo de tarados. Siempre pensé que Daniel era el único que le carburaba el cerebro, que no era el más tonto, por ejemplo Alex es un idiota prepotente que juega con los sentimientos de las chicas, Maxon un tipo que sigue a los demás porque no tiene un juicio propio, Emma una mentirosa y Sara... una hipócrita. Daniel es especial aunque sus amistades lo hacían ver como una mierda más en un baño de gasolinera. Se le nota a la vista. Total... ese día teníamos tres horas de clase libre, sin hacer nada. El grupo de tarados andaban haciendo propuesta que Daniel

"

Cantara, la verdad es que nunca me gusto cantar en público al menos que fuese por un precio. Siempre lo hacía cuando mamá salía a su trabajo. Tocaba el piano o la guitarra y me gustaba cantar. Lo amaba.

Mis amigos insistieron demasiado. Y no soy un ser egoísta, así que se robaron una guitarra y me la dieron. Todos insistían que cantará una maldita canción mexicana... La Llorona.

Odio la música mexicana.

La odio.

Los recuerdos cuando empecé a tocarla eran grandes, la persona que me enseñó a tocarla era mi padre, recuerdo que se sentaba en el patio de nuestra casa, agarraba la guitarra española que se compró cuando era sólo un niño y se ponía a cantar, el me enseño todo lo que sé. Siempre cantaba canciones de ese estilo.

DesaparecidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora