cañón humano

ser parcial

Habían pasado algunas horas desde que Ryland se había ido. Debían ser al rededor de las 3 de la madrugada. Hada yacía semiinconsciente en el piso de su habitación, abrazada a su cuaderno de dibujo con todas las fuerzas que le quedaban, como si su débil existencia dependiera de ello. A su alrededor, un desastre.

las pastillas las pastillas las pastillas

A través de la niebla que reinaba su mente, lograba distinguir una chispa de culpabilidad; no habría querido explotar de esa manera, pero lo había arruinado todo.

Ni siquiera recordaba exactamente en qué momento regresó a su cuarto tras salir, o por qué estaba en el piso. Pero qué más daba. No muy lejos de su cara, podía ver algunos de sus dibujos destrozados. Estaba segura que esos pequeños trocitos, impregnados de color y tinta, cubrían la superficie de su habitación casi en su totalidad; además del vidrio y los restos de otros objetos.

Quería desaparecer por ser alguien tan ruin, que sólo robaba la vitalidad de los demás en vez de aportar. Salió de su cuarto y, como un tornado, sacudió los rincones de la casa en busca de cualquier medicamento que pudiera dañarla. Después de todo, no merecía nada menos.

debo ser castigada a la gente mala se le castiga es lo que merezco

En medio del ataque de ira, un pensamiento "congruente" apareció y decidió tomar también su medicamento para la ansiedad, así como los antidepresivos. Sólo quería sentir una leve  tranquilidad, que las cosas mejoraran. Pero, al caer en cuenta de todo lo que acababa de consumir, el miedo y la paranoia pronto se abrieron paso, dando como resultado otro desastre. La irracionalidad de sus sentimientos crecía y crecía, peleaban dentro de ella por tener el control. Cada vez temía más por su vida.

no quiero morir no quiero morir no quiero morir

¿Sí había vomitado o era sólo producto de su mente para engañarla y hacerle creer que estaba a salvo? ¿Se había tomado las pastillas, en primer lugar? ¿En qué estaba pensando? ¿Cuántas se había tomado? No tenía repuesta certera para nada, no podía confiar en lo que creía que había ocurrido... ¿Se habría hecho daño?

Por como se encontraba, no podía hacer mucho; su estado era deplorable y no tenía control sobre sí misma, ni mental ni físicamente. Así que se quedó contemplando las manchitas que alcanzaba a ver, preguntándose si la que estaba embarrada en la base de su mesa de trabajo era pintura marrón o sangre. Derramaba una que otra lágrima, las cuales le recorrían el rostro horizontalmente para aterrizar sobre su alfombra. Qué ironía sentir algo tan monocromo en medio de tanto color y textura.

Había destruido todo lo que le importaba; fotos, dibujos, recuerdos... Le daba tristeza pensar que ya no podría crear más, porque aunque lograra sobrevivir su estupidez, había arrojado sus frascos de pintura contra las paredes. Le daba tristeza el trabajo que le dejaría a su padre, si es que ella no estaba para limpiarlo más adelante.

soy una mala persona

Sentía como si la vida abandonara su cuerpo cada vez más, dejándola vacía poco a poco. No quería dormir, pero las ganas de continuar la habían dejado hace mucho. Y comenzó a recordar...

Cómo su madre parecía entender mejor que nadie los malos sentimientos y cómo los hacía desaparecer. Cómo podía curarla de cualquier cosa en cuestión de minutos: con ungüentos, sopas, palabras dulces o un abrazo.

Recordó cuando su padre le regaló su primer set de dibujo. Recordó cómo ambos la animaban a crear, con la esperanza de que ella fuera mejor de lo que ellos habían podido ser.

Quería volver a esos tiempos donde eran una familia feliz de 3, cuando la vida era perfecta y ninguno lo sabía.

Lo último que escuchó fue una puerta abrirse, sin estar segura de si era la de su casa o la de su habitación, pues no podía percibir la profundidad del sonido, y seguido a esto unos sollozos. Después, se abandonó y todo fue silencio y oscuridad.