VII. ChangLix.

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―Me escaparé con mi novio el día de la boda, y necesito tu ayuda para que nadie se dé cuenta de esto antes de que aborde el avión―dijo ChangBin con una gravedad en la voz que le borró cualquier aire despreocupado que podría haber tenido.

Felix observó al mayor fijamente por instantes que parecieron horas, y se levantó de su silla con tranquilidad; colocó sus manos dentro de sus bolsillos, caminó hacia el contrario suavemente sin dejar de mirar sus ojos oscuros, hasta detenerse a unos cinco pasos.

―Cierra la puerta, aquí nadie es de confianza―dijo el menor con los iris encendidos de un azul claro, que ChangBin no había notado a la distancia.

― ¿Qué les pasa a tus ojos? ―ChangBin tropezó hacia atrás cuando intentó colocar distancia entre aquellas sobrenaturales esferas de luz.

―No es de tu incumbencia―exclamó Felix con un ademán desinteresado, mientras se sentaba en el sofá de cuero, al lado de su gran ventanal―. Siéntate.

Por un momento, ChangBin quedó congelado en su posición, sin saber que tan peligroso era estar cerca de los iridiscentes ojos extraños, pero se asustó más al ver como estos se encendían de un color casi neón, mientras un deje de molestia surcaba el rostro angelical de Felix, así que obligó a sus pies a ir hacia ese sofá donde lo esperaba su "futuro esposo". La mirada fluorescente no dejó de seguirlo con su brillo espeluznante, hasta que el azabache se ubicó a su lado.

― ¿Me ayudarás? ―preguntó ChangBin con unas inusuales ganas de ver de cerca esos ojos tan extraños.

― ¿Qué ganaré yo con ello?

Un parpadeo de esos ojos refulgentes, dos parpadeos más, y las narices de ambos se tocaban porque ChangBin no pudo aguantar aquel inquietante deseo de ver cada matiz del iris azul que cada vez parecía más claro; Félix abrió los ojos desorbitadamente sin esperarse esas acciones precipitadas y se alejó de aquella presencia que, de alguna manera retorcida, aceleró su corazón. Ya tenía suficientes problemas porque su dragón casi estaba en la superficie y no podía controlarlo, para sumar al chico que por poco se colocaba encima suyo.

―Tus ojos me asustan, pero necesito verlos de cerca, ¿Por qué? ―susurró ChangBin, mientras su aliento acariciaba la boca del castaño, quien tragó saliva, sin poder controlar su nerviosismo.

―No sé, no se supone que pueda hacer eso―respondió ansiosamente Felix, luego de que su espalda baja chocara con el brazo del mueble, y el felino se colocara entre tus piernas, que había subido con la intención de colocar distancia entre ambos.

―Deja de hacer eso que estés haciendo ―ChangBin colocó sus manos a los lados de los brazos de Felix para encerrarlo, y notó el embriagador olor a bosque húmedo con canela―. Maldición, ¿Por qué hueles así?

― ¿Qué quieres decir? ―Felix lamió sus labios, mientras una suave esencia a cuero y canela lo embobaba lentamente.

―Tu maldito olor me está enloqueciendo, hace un rato no era tan jodidamente fuerte ―ChangBin se inclinó un poco más al dragón y bebió con avidez la vista de las pecas color celeste en los pómulos y nariz del castaño, el cual tenían un raro sonrojo plateado.

―Es tu propia colonia la que te coloca así ―Felix ladeó su cabeza y enterró la nariz en el cabello del felino, mientras este acariciaba su cuello con la punta de su propia nariz―. Ese olor proviene de un afrodisiaco ¿O qué?

―No, es totalmente tuyo, es como canela con fresco bosque, como los que corría con mi familia cuando era niño―exclamó ChangBin, mientras una neblina cubría su mente y su felino le llevaba a tocar en los lugares que provocarían más oleadas de esa fragancia que le causaban un calorcito delicioso en el pecho―. Hueles a hogar.

Destrozar al sol [ChangLix]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora