XI. ChangLix.

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ChangBin regresó esa tarde a su casa, después de cancelar la cena con su querido Baek Jin, quien, si lo hubiera visto, inevitablemente habría notado el moretón en su manzana de adán junto al olor a canela y bosque húmedo que estaba impregnado en su piel. Odiaba dejar de ver a su chico, pero después de la discusión con sus padres, lo que menos deseaba era que el chofer de confianza de aquellas déspotas personas lo siguiera y lo encontrara con su novio. Sería demasiado fácil darles una excusa para molestar a Baek Jin y hacerle la vida imposible.

Rodó lejos del espejo de su baño cuando notó aquel chupetón, y también de la ropa que contenía la esencia de su supuesta pareja destinada, pese a que él solo se acercó por un par de segundos. Se enterró rápidamente en su cama fría, con sus mantas heladas, sintiendo la ausencia de vinculo y amor, aunque su lobo estaba un poco más contento y lleno de vida, debido al estúpido morado que adornaba su cuello. Odiaba admitirlo, pero secretamente, él había ansiado tener cerca esos ojos celestes durante todos esos días desde que lo vio por ultima vez, y con una pequeña calidez en su pecho, cerró los ojos a ese día.

Una pequeña luz llenó gradualmente ese lugar frio y tenebroso donde estuvo corriendo por mucho tiempo, y los arboles verdes, frondosos, además de húmedos, llenaron su visión. A pesar de que aparentemente estuvo rodeado todo el tiempo por ellos, no sintió su aroma característico hasta que pudo verlos, y su corazón se disparó locamente. El viento bailó desde el oriente, y le trajo una ligera fragancia a cuero, que combinada con el perfume del bosque que lo rodeaba, llevaron todo su cuerpo a una carrera contra la velocidad de la luz; pero así como llegó el cuero a sus sentidos, se esfumó por donde vino, por lo que Chang Bin se encontró corriendo sobre sus patitas acolchonaditas, persiguiendo ese rastro, con la la luz que causaba la esperanza en sus ojitos de esmeralda.

Después de lo correr por mucho tiempo, el viento se detuvo en un claro y danzó circularmente en los límites del prado, junto con las copas que marcaban el inicio del bosque. Y justo en medio, estaba él, apoyado en un pequeño tronco, sonriendo, como Chang Bin sentía que estaba haciendo con su boca felina.

Pero, de repente, alguien apareció entre dos arboles del otro lado de la pradera, y corrió hacia Felix, quien se levantó y recibió al castaño, que lo sostuvo contra su pecho. Chang quiso correr y rasgar la piel de aquel idiota, pero algo le impedía mover sus patitas. Estaba anclado a ese lugar, condenado a ver como un desconocido tenía para sí a su jodido compañero.

El extraño sacó su rostro del cabello dorado, y observó hacia su dirección.

Era él.

Aquel desconocido, era él mismo.

Era Chang Bin.

Pero este Chang Bin era más siniestro, más oscuro, no era él exactamente, aunque tenía su misma cara.

No sabe cómo, pero, pese a la distancia, escuchó aquella voz ronca justo al lado de su oreja, y vio los labios de su otro yo moverse.

"Tu provocaste esto".

Un cuchillo, o quizá una navaja, brilló en el aire, sostenida por el Chang Bin perverso, y se enterró en el pecho de Felix, donde debía estar su corazón.

Chang Bin intentó correr hacia él, con gritos atascados en su pecho, pero seguía sin poder moverse. Y aquella versión oscura de sí mismo, volvió a apuñalar a Felix una y otra vez en su espalda, sin compadecerse, sin tener ni una pisca de remordimiento en su expresión vacía y hueca.

"Yo soy tú".

Y Felix, con el rostro pálido, miró en su dirección perdiendo el brillo de sus iris, mientras un hilito de sangre corría por sus labios hacia su mentón.

Destrozar al sol [ChangLix]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora