Y ahí estaba yo, levantada a las cinco de la mañana por nervios y desordenando de nuevo toda la maleta, sí señor. Desde luego, estas cosas sólo me pasan a mí. Durante toda la noche no había pegado ojo. Siendo sincera, era la primera vez que me pasaba esto antes de irme de vacaciones. ¿Qué me pasaba? Tal vez hubiera comido algo en mal estado ayer. A saber.
Pues ahí me encontraba como una tonta sentada en el suelo de mi habitación y con la maleta abierta enfrente. No sé, se me había pasado por la cabeza el comprobar si me dejaba algo, aunque ya lo había echo un millón de veces, supongo que sólo quería matar el aburrimiento que tenía.
Ayer me había pasado como 1 hora y media hablando con mi amiga por el video-chat. Me había dedicado a enseñarle vestidos, camisetas, pantalones... ect. Así Eli me ayudaba a elegir que meter en la maleta y que no. Aunque llegó a un punto en que mi maleta no pudo más y me tuve que sentar en ella para cerrarla. Que con mucho esfuerzo al final lo conseguí. Haber, no soy la típica niña que le encanta ir de compras, derrochar y todo eso. Sólo que entre lo que mi madre se empeña en comprarme, la ropa que me regalaron hace poco por mi cumpleaños y las salidas que hacemos Eli y yo cuando nos aburrimos... pues eso es lo que acaba pasando, un armario petado hasta arriba.
Terminé de revisar lo último y cerré la maleta. Todo en orden. Cogí una maleta más pequeña porque cuando había metido toda la ropa en la otra maleta no me había acordado de meter los zapatos. Soy una despistada de remate. Abrí la otra maleta (mucho más pequeña) y empecé a meterme solo tres zapatos que creo que vastarían: las deportivas, las Converse y las chanclas. Suficiente.
Cualquiera que entrara ahora en mi habitación, al mirar mi rostro, parecería una asesina psicopata por las ojeras y saldría corriendo. Además de que en la maleta grande parece que llevo un cuerpo humano encerrado.
Dejando de lado mis pensamientos, le dí vueltas a la conversación que tuve ayer con Eli mientras elegíamos la ropa.
-Bueno, Eli, te toca decirme a dónde vas a ir tú.- me apoyé en mi cama para mirar hacia la pantalla del pórtatil.
-Mis padres aún no tienen muy claro si irse directamente a un país del extranjero o coger un crucero.
-Ah... ¿Y tú de que parte estás?
-Pues la del crucero, nunca e ido a uno y tengo bastante ilusión.
-Pero ten cuidado, últimamente dicen que hay bastantes locos de cápitanes que unden barcos...- le dije con voz tenebrosa.
-E, no bromees!! Que sabes perfectamente que soy una gallina, además la que tendrías que tener cuidado eres tú, dicen que últimamente hay muchas tormentas por el Caribe.- parecía bastante preocupada al decirlo.
-No te preocupes... estaré bien...- dije yo levantandome de la cama para proseguir con lo de la ropa.
Tal vez debería preocuparme un poco por lo que dijo, de todas formas, mis padres habían alquilado un barco para pasar el día en el mar. ¡Bah! Había visto las noticias, las tormentas no eran tan violentas... ¿o, sí?
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De camino al aéropuerto estuve mirando por la ventanilla con los cascos puestos. Mientras observaba de vez en cuando las caras de los que iban en los coches que pasaban al lado del nuestro.
Mis padres parecían estar discutiendo de algo en los asientos delanteros del coche. Me quité los cascos para oír (sí, soy bastante cotilla, ¡jojojo!)
-Cariño, ¿no podríamos dejar lo del barco para otras vacaciones? No me fío del tiempo últimamente...- dijo mi madre.
-Madeleine, sólo han sido 4 tormentitas de nada, ¿no me digas que estás asustada por eso?.- mi padre parecía muy confiado en lo que decía.
-Si, y esas 4 tormentas han inundado carreteras con el agua y arrasado árboles, ¡pues claro que estoy preocupada!
-Tránquilizate, ayer en la televisión sacaron que las tormentas habían amainado y que no había ningún riesgo...
Mi madre lo miró una última vez, suspiró y se cruzó de brazos en su asiento (algúnas costumbres nunca se van). Giré mi vista hacia la cara de mi hermano. Parecía intentar ignorar lo que acababa de oír, pero en su rostro aún se podía ver preocupación.
-¡Oh! ¡No me digas que el valiente de mi hermano está asustado!.- le incordié.
-¡Cállate! ¿A quién llamas asustado? Sólo estoy preocupado por eso, pero nada más... y tú también deberías preocuparte...- bufó.
-¿Así que intentado hacerte el listillo y el valiente, e?.- lo miré con ojos de pillina.
-¡Mentira!.- me exclamó mi hermano dando final a nuestra pequeña conversación (si se puede llamar así).
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Mi padre aparcó el coche en el parking del aéropuerto. Sacamos las maletas y nos encaminamos hacia la puerta principal. Allí, después de pasar todas los controles de seguridad que ponen, esperamos a nuestro vuelo.
-¡Ah! Allí esta.- dije señalando la gran pantalla que mostraba los vuelos, ya llevabamos como 2 horas esperando y mis nervios aumentaban cada vez más.
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¡Por fin! ¡Por fin estaba en el Caribe! ¡Yuju! (vale, eso sonó bastante infantil) La verdad, el vuelo se me había hecho eterno, pero allí estaba... ya.