Capitulo 3: Tormenta

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Lo primero: ir al hotel. Lo segundo: acomodar todas las cosas y maletas. Lo tercero: ir de tour. Eso era lo que yo por mi parte tenía pensado hacer por ahora, antes de subirme mañana a un barco que mis padres alquilaban y no ver tierra hasta tres días. Además no quería dejar lo mejor para los últimos días que me quedarían allí. ¡Bueno! A relajarse y que los planes vayan saliendo solos.

Cuando llegamos a la entrada del hotel me quedé mirandolo todo el rato de arriba a abajo. Era bastante moderno, aunque claro, lo habían inaugurado hace tan sólo un año (eso pude entender de mis padres). En parte me llevé desilusión (seré buena, os lo voy a confesar: me esperaba las típicas casitas en el mar, ¡jujuju!). Entramos por la puerta y nos introducimos en el hotel. Vaya, no sólo era moderno por fuera si no por dentreo también lo era. El suelo estaba echo de losas de marmol blanco en las que te veías perfectamente reflejado (y en las que mi hermano se puso a patinar llevandose una bronca de mi madre). La pared era totalmente blanca tambien pero en la que se dibujaban grandes mosaicos de distintos tonos grisáceos. Cerca de los ascensores para subir a las demás plantas, se encontraban dos grandes sillones de un color gris pálido igual, extrañamente del mismo color que el mostrador de recepción. Una gran lámpara de araña colgaba del techo y unas cuantas figuras modernas se exhibían por toda la sala. En teoría era todo tan blanco y puro que te podía hacer daño a los ojos.

Mientras mis padres hablaban con el conserje de recepción, yo me senté en uno de los sofás grisáceos para coger de la mesa unas cuantas revistas de prensa rosa. Aunque no me gustasen mucho me tenía que aguantar. Para mi sorpresa, mis padres ya tenían la llave de la habitación (que rápido).

Subimos por el ascensor hasta nuestra planta. Recorrimos los pasillos que se parecían mucho a la recepción. Nos parámos delante de una puerta en la que mi padre se puso a abrir con la llave.

Fui echando chispas a coger la cama con las mejores vistas (antes de que mi hermano se la quede). Dejé las maletas a un lado y me tumbé rápidamente sobre la cama (hasta yo me sorprendo de lo veloz que puedo ser para algúnas cosas). Examiné la habitación. El gran balcón a la izquierda de la habitación donde el mar se exhibía dando un dulce sonido de oleaje. Cuatro camas estaban puestas, dos a un lado y las otras dos enfrente de las otras. Así dejaban ir directas hacia el balcón que era la príncipal atracción. Una mini-nevera en medio de las camas y dos televisiones de pared. Cada uno puesto en las paredes de las camas para poder ver todos la tele (aunque no la utilizaremos mucho). Al entrar hay un pequeño pasillo con la puerta del baño a la derecha y el armario enfrente.

Suspiré y saqué mi movil para enviarle un mensaje por Wassap a Eli y Daniel por nuestra conversación en grupo. Sabía que a esta hora de la mañana seguirían durmiendo (los muy vagos) y que no me contestarían hasta dentro de una horitas, pero me daba lo mismo.

Me levanté de la cama y ayudé a mi madre a deshacer el equipaje y colocarlo en el espacioso armario. Nos llevó bastante rato, pero al final lo terminamos. Tras eso mi madre sugirió ponernos los trajes de baño y bajar a la playa un rato antes de ir a comer. Todos estubimos de acuerdo y nos cambiamos.

Yo no me bañaría, no me apetecía mucho, así que supongo que estaría bajo la sombrilla a seguir enredando con el móvil o a quedarme embelesada mirando las aguas más cristalinas que nunca antes había visto. El calor me estaba matando, en cuanto regresemos al hotel una buena ducha y a salir por ahí.

Mi madre me llamó sosa por no ir a bañarme, yo le respondí con un gruñido, pero como ella es una petarda me siguió insistiendo así que no tuve más opción que dejar el móvil y meterme. Le había dicho que con la condición de mojarme sólo el cuerpo (no me apetece sal en el pelo).

Al fin me metí. No estaba nada mal. Pensaba que iba a estar fría por el primer impacto pero estaba bastante tibia. Incoscientemente y sin darme cuenta fui metiendo todo el cuerpo hasta llegar a la altura del cuello. Tras eso fui nadando un poco más lejos de la orilla. Y ahí pasó algo.

Un lugar llamado... MermudiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora