Capítulo 4

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Sus ojos cayeron de nuevo en aquella chica y su semblante se ensombreció. Su mirada la recorrió de arriba abajo por enésima vez y, aunque ya llevaba puesto el uniforme de policía, seguía portando sobre su cabeza aquella dorada y brillante pieza que hacía a Sokka temblar en irritación, en mucha frustración. La miró hablar y hablar sin una especie de final pero de aquellas órdenes que daba a sus subordinados no entendió ni media palabra, se sentía incapaz de escuchar, o en realidad, se sentía reacio a querer oírla a ella.

Frunció de nuevo y por un segundo le pareció verla sonreír, como si estuviera disfrutando en su fuero interno de su rabieta, la cual seguramente que ella sentía a través de sus pies. Gruñó para sí mismo y trató inútilmente de desviar la atención a su hermana, que a su lado cuidaba atentamente de Tenzin que asustado miraba con grandes ojos abiertos a los uniformados que corrían por todos lados en los pasillos fuera de la oficina de la Jefa de policía.

— Escolten a Katara y su hermano hasta la Isla del Templo del Aire, quiero que se queden un par de hombres ahí hasta que el Avatar regrese. Podrían buscar atacarla y a sus hijos ahora que está sola — dijo Toph a su segundo al mando, quién asintió a su deber.

— Yo no necesito protección — murmuró Sokka para sí mismo, pero fue claramente escuchado por todos ahí.

— Bien, entonces solo a Katara y los hijos de Aang. No desperdicien fuerzas en idiotas mal agradecidos — el guerrero del sur bufó irritado y ofendido ante eso, pero la Jefa ya no le estaba presentando atención, había comenzado a andar fuera de su oficina con presura, seguida de cerca por su mano derecha.

Katara se levantó cuando dos guardias le ofrecieron su compañía y se dispusieron a andar al puerto para volver con Bumi y Kya, que aguardaban en aquella apartada isla. Sokka miró a su hermana darle una seña discreta para partir, pero el moreno frunció el ceño, se sentía enrabietado aún, no entendía porque Toph tenía tanta saña en contra suya y al tiempo tampoco entendía del todo su propio enojo. Había esperado tanto por una oportunidad de encarar a la bandida ciega pero había llegado a su límite, estaba harto.

— Adelántate, volveré después es un bote — avisó a su hermana con la voz cargada de furia mal direccionada, saliendo a grandes pasos por el pasillo, siguiendo a gran velocidad a Toph antes de que esta terminara por desaparecer en la lejanía entre el bullicio de toda esa gente.

—Si vienes a rogar por protección, olvidado, estamos llenos — la voz de ella se adelantó a cualquier cosa al haberlo sentido venir, soltándole aquellas palabras con desprecio y remarcada ironía, deteniéndose apenas los segundos que duro su frase antes de hacer amago de reanudar su marcha y poder alejarse finalmente de él.

—De hecho quiero hablar contigo, Jefa... — bramó él con la misma voracidad, como si estuvieran a punto de molerse ahí mismo a golpes.

—Bien, te escucho —Toph se giró para tenerlo de frente y sonrió confiada, incluso luciendo divertida una vez más al sentirlo temblar de irritación.

— Necesito que sea a solas — los ojos azules del guerrero de la tribu agua miraron a Saiko, quién parecía incómodo con la tensión y enojo que parecía haber entre ellos dos.

— No hace falta, si quieres hablar que sea sobre lo que acaba de pasar y frente él — Sokka apretó los labios en disgusto y entendió que Toph lo estaba haciendo adrede, con la intención de molestarlo hasta hacerlo estallar. La odió de nuevo, odió la contradicción de sus actos, detestó que lo hubiera abrazado antes y haber parecido tan preocupada, haberle hecho pensar que su vieja amiga seguía ahí, para luego darle la espalda y comportarse de esa fría e indiferente manera, como desconocidos, o peor aún, como enemigos.

Como amigos [Tokka / Toko] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora