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REGINA

Aparque frente a una casa que desde hace tiempo me decidí en comprar; claro que esto lo hice a espaldas de Michael. Sabía que tarde o temprano mi matrimonio iba a terminar, creo que la infidelidad fue la gota que derramo el vaso, pues yo ya tenía contemplado separarme de él. Hace tiempo que deje de amarlo y el poco cariño que le tenía, él lo fue matando con sus mentiras.

Hemos llegado, cariño. –le indique a Sylvia.

Entramos a la casa y sonreí un poco pues mi pequeña inspeccionaba todo a su paso, curiosa por conocer el lugar. Le mostré su habitación y como supuse quedo encanta con la decoración y más aún cuando encontró la piscina que yacía en el patio trasero y entro enseguida. A mi parecer la casa nos venía muy bien. Contaba con tres habitaciones, un cuarto de baño, cocina, sala y el patio antes mencionado. Estaba algo grande para solo dos personas, pero me encanto cuando la vi.

XXX

Anochecía cada vez más, y mientras terminaba de lavar los trastes que utilizamos para la cena; Sylvia cepillaba sus dientes para después ir a dormir. Michael marco un par de veces durante el día, me imagino que para pedir la ubicación de la nueva casa; no conteste, y aunque no quería decirle donde estábamos, al final deberá saber pues vendrá por Sylvia para estar con ella. Pero por ahora no lo quiero tener todos los días por aquí rondando y viniendo a molestar, sino hasta que llegue el momento que yo permita que pase tiempo con mi hija.

XXX

Después de dormir a mi pequeña; me dirigí a la sala, descorche una botella de vino y lo serví en una copa. Tome asiento y mientras disfrutaba de mi bebida, me invadieron todos los recuerdos de las cosas vividas en mi matrimonio. Sentada en el sillón llore todo lo que tenía que llorar, porque lo que para algunos es fragilidad, para mi es fuerza y libertad. Después de 10 años creyendo conocer a Michael, de convivir con él; recuerdo haberlo amado antes de que naciera Sylvia; pero después de ahí todo se vino abajo. No lo culpo completamente; tal vez si yo hubiera prestado más atención a nuestro matrimonio, si no lo hubiera hecho a un lado y dedicarme completamente a nuestra hija, él no hubiera tenido que buscar cosas que no le daban en casa.

Admito que me consumió, me despedazo, me destrozo el tener que haber llegado a estos extremos para tener que tirar la toalla y dejarle. Aunque solamente así pude llenarme de valor y prepararle las maletas al dolor, y no, no fue nada fácil, pero era más difícil caminar con el rencor. Pero también admito que esto más allá de lamentarme, me hace mirar hacia adelante y entender que todo en esta vida tiene un motivo. Y que, cuando has sufrido mucho, llega el día en el que todo empieza a doler menos.

XXX

Nos conocimos en la universidad y éramos los mejores amigos, pero tal vez confundimos el cariño de nuestra amistad pues quisimos ir más allá de lo que debía ser. No me arrepiento del todo, ya que todos estos años no fueron malos; incluso le agradezco infinitamente el poder haberme ayudado en concebir a Sylvia, pero eso es todo. Es mejor terminar las cosas ahora que ser infelices más tiempo, engañándonos todos los días, con discusiones y peleas que prefiero evitar; pues afectan más a nuestra hija.

Ahora por ahí iré, apostándole a la vida, regalando mi sonrisa, renaciendo cada día. Y así, desperté diferente al día siguiente. Decidida a dejar de preocuparme por quien me quiere, o quien me desprecia, o con quien no puedo contar o quienes no se deciden y solo estorban. Ya me harte de soportar aquello que no me trae paz. En la noche, sentada en ese sillón, me di cuenta de que las opiniones valen menos de lo que uno cree, y que la lealtad no es solo una palabra sino un estilo de vida. Esa tarde, al entrar en esa habitación, supe que mi vida cambiaria para siempre. Y no por un hombre o un trabajo, sino porque me di cuenta que la vida es muy corta como para dejar las llaves de mi propia felicidad en el bolsillo de alguien más. Pues creo firmemente que cuando estas con la persona correcta no tienes por qué mendigarle nada, ni amor, ni cariño, ni sexo, ni apoyo, ni amistad. Simplemente te lo dará todo antes de siquiera pedirlo.

Cuando era pequeña, mi madre solía decirme que la mejor manera de ser feliz con alguien, es aprender a ser feliz solo. Así, la compañía es cuestión de elección y no de necesidad. Incluso que el amor no necesita ser entendido, solo necesita ser demostrado. Y creo que debí prestar mayor atención a esas sabias palabras.

XXX

Llego el lunes y con ello la junta en la escuela de Sylvia. Avise en mi consultorio que llegaría más tarde y que reprogramaran mis citas.

-Mami, date prisa, llegaremos tarde.

-Ya voy, ya voy, -le decía desde el baño, mientras cepillaba mis dientes. - Listo! Vámonos. –cogí las llaves del coche y salimos de casa.

Ya en la escuela, caminábamos en dirección a su salón de clase. Gente por aquí y por allá, alumnos tomados de la mano de sus padres mientras estos conversaban con conocidos, mientras esperaban la hora de iniciar con las reuniones y la llegada del profesor a cargo.

-Señora Miller! Buenos días, gusto en verla. –me saludo la profesora de Sylvia.

-oh, profesora. Puede llamarme Regina; el "señora" es demasiado formal. Es bueno verla, también.

-Bueno, gracias. Sylvia, querida. Buenos días a ti también. –se dirigió a mi hija con una tierna sonrisa, mientras esta le regreso el saludo y la miraba encantada. –son contadas las veces que ha venido por aquí, Regina.

-oh, si emm....suelo estar muy ocupada por las mañanas con mis pacientes. Normalmente es el padre de mi hija quien viene; e incluso su abuela. Pero ya me tendrá por aquí más seguido.

-Claro, no recordaba que es psicóloga. Entiendo. Pues sería un placer verla más a menudo. –asentí con una sonrisa, aunque algo incomoda por ese último comentario, aunque no en mal sentido. –uhm bueno, daré inicio a la reunión. Adelante, y pónganse cómodas. –asentí agradeciendo. Creo que también tono el momento incómodo.

La junta duro aproximadamente una hora; tratando diferentes puntos relacionados con las actividades impartidas a los niños, disciplina, eventos que se llevarían a cabo, etc. A lo largo de esta, pude notar cierta insistencia en la mirada que me dirigía Elizabeth, la profesora de Sylvia. Fue como si de pronto me estuviera explicando única y exclusivamente a mí. Y en ese momento me recordó al momento en que nos conocimos; cuando Sylvia comenzó con sus clases en el primer año de preescolar. No paraba de observarme, y viceversa; era como si nos conociéramos de toda la vida. A veces le sostenía la mirada, otras la evadía, pues sus ojos eran demasiado penetrantes, te hacia perderte en esos orbes profundos. No le di demasiada importancia, pues debía ser simple empatía.

Espere pacientemente a que los diferentes padres de familia se fueran retirando, dejándome así un momento para poder hablar con Elizabeth. Tal vez noto que debía decirle algo, pues apresuraba su charla para así prestarme atención.

-Profesora, quiero hablarle sobre un asunto, tiene un momento?... -me miraba y sonreía, mientras escuchaba atentamente.

-Claro que sí Regina, dígame.

-Bueno, vera. Pronto será el cumpleaños de mi pequeña... -la miro tiernamente asintiendo y regreso a mí -...y estamos planeando organizar una pequeña reunión con sus compañeros para festejarla. Y me preguntaba, si quizás usted guste venir? Digo, es una invitación; Sylvia estaría muy contenta si se presenta. De hecho ella ha insistido. Aunque claro, si esto le provoca algún conflicto o tiene otros planes pues yo...

-Me encantaría –interrumpió con una sonrisa más amplia mi patética forma de invitación.

-De verdad? –me sorprendió.

-Claro que sí. Cuando planean hacer la fiesta?

-Bueno, es el sábado, de hecho.

-Perfecto. Que le parece si le paso mi número de celular y así usted puede enviarme la ubicación. Le parece bien?

-Estoy de acuerdo. –intercambiamos números y nos despedimos.

-Bueno Regina, muchas gracias por la invitación, estamos en contacto...-comento señalando su celular -...y nos veremos pronto.

-No es nada. Estamos en contacto. Hasta luego. –me despedí de mi hija ya que ella aun debía quedarse en clase. Salí de la escuela y me dirigí a mi consultorio para comenzar mis citas con los diferentes pacientes.

Dime Que Me AmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora