•Capítulo 3•

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Bárbara se encontraba lavando los trastes del desayuno que Mercedes había preparado.

Toc toc toc... Toc toc toc

Se escuchó al otro lado de la entrada principal.

—¡Yo voy!— gritó Mercedes desde el salón en donde estaba cuidando de Margarita.
Se levantó con la bebé cargándola con un solo brazo, mientras que con la otra abrió la puerta.

—Hola, buenos días —saludó con cortesía la persona que se encontraba al otro lado. —Usted debe ser Mercedes.

—Sí, así es, ¿se le ofrece algo? —preguntó extrañada la nombrada.

—Disculpe, no me presenté, soy Clara. Vengo por el trabajo de nana.

—Ah, claro. Pase, pase.

Mercedes le cedió el paso a la joven chica, no tenía más de dieciocho años.

—Ayer vine, sólo estaba su amiga, me dijo que viniera temprano —comentó frente a la mesita del teléfono.

—Sí, mi amiga —dijo tornando su expresión seria. —Pase, por favor —dijo mientras arrullaba a la hija de su "amiga".

—¿Quién era? —preguntó la pelinegra desde la lejanía.

—Ahora vengo —Mercedes se dirigió a paso rápido hacia la cocina.

—¿Quién tocó la puerta? Escuché voces —volvió a preguntar sin despejar la mirada del jabón que resbalaba por los platos de porcelana blanca.

—Clara, la candidata para nana —respondió recargándose en la barra.

—Pensé que llegaría más tarde —sacudió sus manos, el agua salpicó por todo el fregadero, dejó su tarea a medias, se secó el resto del agua sobre la piel con una toalla.

Las dos salieron de la cocina. Bárbara se sacudió la falda. Esbozó una pequeña sonrisa.

—Hola —saludó Bárbara a la joven chica —me da gusto que estés aquí.

—No, gracias a usted  —Mercedes la miró, sólo la miró. —A ustedes —corrigió la chica.

Las mujeres del hogar le plantearon la situación a Clara, ella aceptó gustosa, ya que apenas había llegado a la gran ciudad y no tenía dónde hospedarse, más que en hoteles de mala muerte.
También mencionaron la separación de la mayor, aunque las enamoradas sólo se describieron como mejores amigas, amigas inseparables desde la infancia, nunca se sabe cómo reaccionará la gente, a pesar de que no es muy difícil adivinarlo, es por eso que es mejor prevenir, a pesar de que es inocultable lo evidente, no soportarían la idea de no besarse, o decirse "Mi Amor", ni tampoco pasar las noches en la alcoba sin pasión ni sudor.

La chiquilla de cabello lacio y castaño no dudó ni un segundo en aceptar el trabajo, lo necesitaba.

—En el piso de arriba hay una pieza la cual puedes ocupar, no está adaptada aún, sólo tiene una cama y un par de muebles, luego te la arreglaremos, ¿si? —mencionó Bárbara.

—Sí, está perfecto —respondió con entusiasmo Clara.

—No es por ser metida ni nada por el estilo, pero, veo raro que una mujer de tu edad trabaje y más tan lejos de su hogar —indagó Mercedes.

—Mi familia necesita el dinero, y bueno, según ellos la capital sería el mejor lugar —en sus labios había una sonrisa, pero en sus ojos tristeza.

—Tranquila, todo se solucionará —la consoló Bárbara.

—Eso espero —le correspondió la menor.

La conversación fue interrumpida por el llanto de Margarita, Mercedes de inmediato la empezó a arrullar.

—Creo que es momento de irte a cambiar el pañal —le dijo la de cabello corto como si la bebé entendiera lo que le decía. —Voy y vengo.

La mujer desapareció por el pasillo, las otras dos se quedaron solas.

—¿Tienes experiencia como nana?

—Trabajando no, pero he cuidado a mis hermanos menores durante años.

—Eso cuenta como experiencia.

—Le prometo que haré un gran trabajo.

—No lo dudo, eres joven, y bueno tienes la paciencia que yo no.

—Los niños son un rayo de luz que ilumina la vida. Ahora su hija es una bebé, puede ser tedioso cuidarla, pero ya verá cuando crezca, se convertirá en una maravilla.

Las horas pasaron, Mercedes se ocupó un par de horas en alistarse para su trabajo, le gustaba hacer todo con la suficiente anticipación, su novia se limitó a observarla, era tan hermosa.
Clara se adaptó a la casa, conoció sus habitaciones y las tareas correspondientes para Margarita, que por ahora no eran tantas, ya que Bárbara se podía encargar de ella la mayor parte de tiempo en lo que no conseguía un trabajo.

La noche llegó. La nueva nana ya se encontraba descansando en su pieza.
Las dos amantes estaban en su alcoba, Bárbara depositaba suavemente a su bebé en la cuna después de haberla amamantado. Mercedes terminaba de cepillarse el cabello.
Se acostaron en la cama cubriéndose con las sábanas. La menor se acurrucó en el pecho de la mayor.

—Estoy tan orgullosa de ti. Eres increíble, maravillosa.

—No exageres, Bárbara.

—No exagero, es la pura verdad.

Mercedes se separó un poco para encontrarse con los ojos más hermosos del mundo brillando en la tenue luz de la lámpara. —Te amo.

—Te amo.

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Hola, perdón por no haber subido un nuevo capítulo, la escuela me tiene algo ocupada, intentaré subir más seguido.
Los quiero.
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