—Ah, hola. Soy Magnus Bane y tengo una reservación con el señor.. uhm.. —Magnus dirigió una mirada hacia el chofer que le había recogido en su casa y trasladado hasta el caro restaurante que se había empeñado en visitar.
No tenía una maldita idea del apellido del hombre o al menos no lo recordaba.
—¿Trueblood? —El chofer casi rodó los ojos.
—¿Es pregunta o..
—No, no, es el señor Trueblood.
Regresando su atención a la chica de recepción, sonrío ladinamente y escondió las manos en los bolsillos de sus ajustados pantalones.
—Claro, el señor ya le está esperando. Por aquí, por favor.
Repasando la silueta de la chica, pasó la lengua por su labio inferior y se obligó a guardar la compostura. Estaba a nada de conocer al tipo que le pagaría los caprichos y no quería que pensara cosas que bueno, si eran, pero el no tenía que saber.
—Oh, creo que fue al tocador.
La mesa situada en una de las esquinas de lugar y con vista a la calle, le hizo asentir.
—Un mesero le atenderá en unos momentos.
Encogió sus hombros y tomó asiento de lado izquierdo a la enorme ventana que atrajo su atención.
—Espero que la comida sea cara y buen.. Ah, hola.
El mesero le dio la bienvenida rápidamente y tamborileó los dedos mientras le entregaban la carta.
—¿Puede traer algo de beber, mientras decido que pedir? No, mejor voy a pedir la especialidad y además, su bebida mas cara.
El hombre parpadeó hacia el, asintió con los labios apretados y apuntó sobre su pequeña libreta.
—Pero lo mas caro, ¿bien?
—Por supuesto, señor.
—Joven, dime joven.
El mesero abrió y cerró la boca, carraspeo y asintió. El se retiró después de unos segundos y Magnus recorrió el lugar y a los comensales con la mirada.
Todo lucía tan caro que se sintió solo un poco mal por vestirse con ropa de Burberry.
—¿Donde está el maldit..
—Hola, buenas noches. —El refinado acento le hizo saltar de su asiento y viéndose descubierto, buscó unir sus palabras con otras mas suaves.
—..maldito vino que pedí. Oh, hola señor.. señor.. —Encontró el par de curiosos ojos azules que le veían con atención e intención y olvidó las jodidas palabras de nuevo.
Santa mierda, había algo en ese hombre que exudaba testosterona y le hacia ver a él como en pañales. Caliente era quizá la palabra indicada para describirlo, pero de nuevo, fruncio el entrecejo y se obligó a recordar que tenía que guardar la compostura y no verse tan puta.
—Bueno, creo que tu foto en el sitio no te hace justicia. Eres realmente una belleza. —Pero papi no tenía la intención de ayudar con su debate mental.
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Be My Sugar Daddy
Teen FictionMalecAU! Lo peor que puede pasar, es que termines enamorado de tu Sugar Daddy