Las cenizas nunca se extinguen.

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Mi historia con Dayana es de años, la verdad es difícil olvidar cuando la conocí, ella era demasiado popular cuando llego, nadie s ele acercaba porque pensaban que era alguien mandona y creía, ¡y lo era! Solo que tras su maquillaje y su ropa cara había alguien dolida y solitaria, en parte me identificaba con ella ya que los dos crecimos sin hermanos y sin una figura paterna, aun cuando ella si tenía papá, el señor jamás demostró serlo.

Los primeros años que nos llevábamos, muchos pensaban que éramos novios pero nunca fue así, o bueno no por un tiempo, luego de escoger un look decente para ir al instituto, partí esperando ver a Rachel, esperar que todo esté bien entre ella y yo, al llegar no la encontré en el comedor, subí a su aula pero ya era muy tarde, ya había estado en clases, le escribí diciéndole que hoy no nos podríamos ver para los miércoles de películas, me dijo que bueno, jamás me había respondido con tal frialdad, al terminar la jornada pase al baño para arreglarme bien e ir donde Dayana, justo antes de salir, Carolina me dio el encontrón.

-Demasiada elegancia para un día como hoy ¿no crees? – pregunto mientras clavaba sus ojos cafés en mi corbata negra de puntos blancos.


-Quizás no es para ustedes sino para alguien más – respondí intentando quitármela de encima, cuando quería podía ser fastidiosa.


-Ohh... ¿es por Rachel entonces?, hoy la vi y no estaba tan elegante como para acompañarte – dijo un poco sorpresiva mientras sacaba su celular.


-No... no es con ella con quien voy a estar... ¿la has visto hoy? – pregunte intrigado, sabía que tendría una prueba por parte de una universidad, y quería saber cómo le fue.

-Sí, fue temprano cuando llego, la vi mal para serte sincero, luego se quedó hablando con un chico y pasaron juntos todo el rato hasta que ya iban a iniciar clases – Carolina podía ser mi llave para saber cómo estaba Rachel, después de lo de ayer sabía que tendríamos que alejarnos.

-La verdad han pasado muchas cosas entre los dos, y pues creo que nada será igual, mira creo que por ahora no quiero hablar de ella... y bueno ando tarde, un gusto verte...

-Si quieres me escribes cuando estés más tranquilo y te llamo para hablar un rato... me gusta mucho escuchar a las personas...


-Si... yo te aviso


-Ya - Carolina sonrió de manera coqueta mientras se mordía el labio, la verdad aun cuando se me hacia una buena chica creo que era muy rara, cuando me dispuse a tomar el bus hacia la residencia de los Romero, vi algo que me bajoneo completamente. Ahí estaba mi chica, mi Rachel en el estacionamiento subiendo en el auto del chico de la biblioteca, no estoy seguro si me vio, esperaba que no, justo en ese instante llego mi bus, y partí, saque mi celular y le mande un mensaje

"Espero hayas tenido un lindo día, te quiero mucho..."

No recordaba mucho como era la casa de Dayana, siempre su madre le hacía cambios y cuando falleció su padre decidió remodelarla por completo, sabía que su puerta principal era enorme, tenía un gran jardín y una piscina propia, al llegar todo el lugar se encontraba cercado por policías, un policía me dijo que nadie podía entrar, llame a su teléfono y al cabo de unos minutos me vino a ver, enserio era sorprendente recorrer sus pasillos otra vez, habían muchas cosas grabadas en esos lugares.

-¿Quieres almorzar? – Pregunto mientras tomaba mi mano.


-Pues vine comiendo algo, no te preocupes – respondí con una sonrisa falsa soltándome de su mano mientras veía como su sonrisa se apagaba.

San Marcos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora