[00] Con el corazón en la garganta

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Alguien lo buscaba. O eso creía, mientras caminaba por el callejón, apoyando todo su peso contra la rocosa pared, Adrián creyó oír su nombre siendo proclamado con vehemencia, en forma de un llamado desesperado que pasaba a segundo plano por el prolongado pitido en sus oídos.

Debido a los metros que seguramente separaban su persona de la otra y a la dócil llovizna que caía, aquella voz se escuchaba algo cortada, distorsionada, era como el fantasma de un suave susurro en el que había matices de insistencia, desesperación y un sentimiento demasiado similar al pánico que fue incapaz de pasar desapercibido por lo que pudo identificar.

Supuso que si era capaz de escuchar tal proclamo aunque la otra persona estuviera considerablemente lejos, aquéllos gritos seguramente desgarraban la garganta de quien lo estuviera buscando con tanto ahínco.

No reconocía la voz, su cerebro estaba más ocupado intentando mantenerlo despierto, había un ligero escozor en su frente, una herida que ardía cuando las pesadas gotas de lluvia se deslizaban sobre ella o el cabello se adhería al lugar.

Estaba débil, sus piernas no serían capaces de sostenerlo por más tiempo, no lograría llegar a casa, estaba convencido de aquello, en su penoso estado, a punto de desvanecerse, cerró sus ojos, resignandose a su final, sus músculos dolían, su cuerpo exigía un descanso y su mente martillaba intensamente.

Tenía frío, su ropa de civil estaba completamente empapada, las corrientes de aire colisionando contra su cuerpo entumecían cada una de sus terminaciones nerviosas, había dejado de sentir sus manos hacía tiempo y su piel estaba totalmente erizada producto de la baja temperatura. La palidez en su rostro era alarmante, las ojeras que enmarcaban sus ojos así como la falta de color en sus labios le otorgaban un aspecto moribundo.

Se dejó caer de rodillas, su espalda se apoyó contra la pared de aquel callejón en el que estaba varado, ¿Por qué no perdía la conciencia de una jodida vez y se acababa el sufrimiento?

—N-no puedo más— Su garganta dolía con cada palabra y el sonido de su voz, en ese momento fue inaudible hasta para sus propios oídos.

Era un inútil, un niño que jugó con un poder superior a él creyendo que sería capaz de controlarlo, siendo al final consumido por este.

Gritó.

No estaba seguro de la razón tras de ello, pero en ese momento se sentía correcto. Liberador.

Escuchó diversas pisadas cercanas a su posición, pero como era imposible que algún civil transitara la zona (pues esta había sido evacuada en cuanto le quedó claro a las autoridades pertinentes que ese akuma no era como ningún otro al que se hubieran enfrentado los heroes).

La inconciencia empezó adueñarse de su sistema y él estaba más que encantado de recibirla.

—Al fin...— Balbuceo, visiblemente más tranquilo, pero apagado. El poco positivismo que vivía en él había muerto. Sus ojos se cerraron y tan pronto como la oscuridad empezó a rodearlo el zarandeo frenético de sus hombros le obligó a despertar.

¿Era enserio?

—No te atrevas a cerrar los ojos, Agreste— La silueta de Luka estaba nublosa a su vista, oía su voz de forma distorsionada, como si le hablara por debajo del agua. Quería dormir, necesitaba descansar ¿No podía simplemente dejarlo ir?... Y a todo esto ¿Que hacía el músico en esa zona de la ciudad? Tenía entendido que el centro de París fue evacuado por la policía en cuanto las explosiones comenzaron —Adrián mírame— Exclamó a punto de entrar el pánico, lo zarandeo con más fuerza, Adrián apretó los labios, era imposible que se mantuviera consciente, aun así hizo lo que Couffine le pidió. Todo le daba vueltas, diversos puntos negros cubrían su visión —No cierres tus ojos, mantente conmigo, voy a sacarte de aquí— Podía distinguir el miedo en su voz pero aunque lo intentara no sería capaz de levantarse.

¿Y si lo llamamos amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora