II

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El movimiento y sonido de los hielos dando vueltas alrededor del vaso que iba moviendo con suaves giros de muñeca me tenía ensimismado. Bueno, la mezcla de ese agradable repiqueteo contra el cristal, el efecto que había dejado atrás el inhalador, las ganas de desaparecer completamente de la faz de la tierra, la total enajenación que sentía sobre la conversación que bullía a mi alrededor y ese bonito brillo que la luz de aquel sol suave que se colaba por las cortinas daba a la superficie de los hielos a medio derretir me tenían ensimismado. Todo lo que estaba más allá del vaso parecía estar borroso, como si no fuera del todo real; mi vista nebulosa, las voces demasiado distantes, mis memorias confusas. Pero esos hielos, dando vueltas y más vueltas, flotando sobre la bebida de color lima me resultaban fascinantes y reales.

Un golpe en mi costado me hizo abrir los ojos de golpe, enfocando de nuevo mis ojos lo que había alrededor, las risas agudas y las conversaciones animadas invadiendo mi cabeza de sopetón.

― ... y va y me encuentro un mensaje suyo.

― ¡Venga ya, tía!

― ¡Lo que escuchas! Yo flipo, sabes, ¡flipo!

Giré la cabeza a mi derecha, desde donde había provenido el golpe que me había sacado de mi mundo y me topé con los ojos oscuros de Wendy taladrándome. No dijo nada, sólo soltó aire por la nariz y chascó la lengua, molesta. Apreté los labios y me hundí un poco más en el asiento, avergonzado. Por el rabillo del ojo, pude ver cómo aliviaba el rostro y me pellizcó la mejilla, poniendo una sonrisita dulce, antes de dar su opinión en la conversación cuyo hilo había perdido hacía ya demasiado.

―Bueno, definitivamente, yo me creo que haga algo así sabiendo sus antecedentes.

―A ver, sorpresa del todo no, pero... ―Bebe hizo un aspaviento con las manos.

―Pero que sigue siendo un idiota con demasiadas esperanzas ―terminó por ella Red.

―Eso, eso ―metió baza Annie, que parecía muy divertida con la situación y me hacía sospechar que era porque el alcohol se le subía más rápido que al resto―. ¿Entonces qué harás, Bebe?

―Ay no sé ―se puso un dedo sobre sus labios pintados de rojo y se cruzó de piernas―. Es que por una parte...

―Quieres volver con él ―esta vez fue Nichole la que, con voz casi ilusionada, terminó su frase.

Avergonzada, la rubia se tapó la cara con la mano y un cúmulo de grititos y comentarios sorprendidos se hicieron eco en la habitación.

― ¡Venga ya, no me jodas!

― ¡Pero tía!

― No puedes negarlo~

― ¡Oh, vamos, no seáis así! ―chilló ella, su cara roja por algo más que el alcohol― ¡Si ni siquiera he dicho que sí!

― ¿Entonces? ―chinchó Wendy, que no tenía ni que mirar para saber que tenía una sonrisa de suficiencia en los labios.

―Entonces es que lo estoy pensando ―bajó las manos de golpe, casi provocando que su bebida se derramara―. Nada en claro, Nichole, Wendy.

―Oh, vamos, pero si hacéis una pareja preciosa ―insistió Nichole, que apretaba su vaso contra su pecho con ojos de ilusión.

―Nichole, en serio, eres una moñas ―gruñó Red antes de darle un largo trago a su bebida. Se notaba que estaba poco de acuerdo con el argumento previamente mostrado. Eso o era, bueno, que Red siempre tenía pinta de estar en desacuerdo. Ya sabéis, con esa expresión tan seria que solía tener.

― ¡No soy moñas, es que son como Wendy y Stan! ¡Inseparables!

―No lo digas muy en alto...

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