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Hanahaki: condición ficticia en la cual el enfermo vomita y tose pétalos de flores por un amor no correspondido.

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Todos conocían la historia de amor de Stan Marsh y Wendy Testaburger. Se conocieron cuando eran apenas unos niños y Stan supo desde el momento que la vio que estaba enamorado de ella. Sin embargo, la primera vez que aunó el valor para hablar con ella sobre lo que sentía, acabó vomitando justo a sus pies.

Todos fueron testigos de cómo, claramente, entre la bilis se acumulaba una inmensa cantidad de pétalos rojos.

Hanahaki, le dijeron al revisar su estado en el médico. Era demasiado pequeño para entender la enfermedad en totalidad, pero logró comprender que aquellos pétalos que alguna vez se habían escapado de su boca al toser eran debidos a Wendy.

Y no sería la última vez que aquel extraño suceso le ocurriera. Quien haya conocido a Stan lo suficiente sabe que su extraña y tortuosa relación con ella le había llevado a muchos episodios de tos vómica, algunos de ellos tan violentos que le habían llevado a un estado crítico, al punto de llegar a temer por su vida incluso.

Sea como fuere entonces, el día de hoy era ese en el que volvíamos a reunirnos todos para algo que teníamos claro que iba a pasar, tarde o temprano: su tan ansiada boda.

Al fin.

Los días de su sufrimiento por el amor no correspondido habían acabado y su enfermedad, tan difícil de entender como de erradicar, ahora sólo sería una de esas bonitas historias de amor que podría contar a sus hijos cuando preguntaran cómo conoció a su madre.

Solté un hondo suspiro desde lo más profundo de mis pulmones y abrí los ojos. Toqué tímidamente la puerta con los nudillos; pero, tal y como pensaba, no me escucharon con la que estaban montando, así que abrí la puerta cautelosamente y me asomé por la rendija.

­—­ ¡Hey! ¡Hola a todos!

— ¡Pero a ver, pedazo de cafre, ¿quieres dejar de joderte la corbata de una santísima vez!?

— ¡Dios, Kyle, déjame en paz, joder, puto pesado que eres!

—Ya te dije que no tenías que dejar que el judío se encargara de todo que se le sube muy rápido a la cabeza el poder.

—Tú a cerrar el pico, gordo asqueroso. ¡Stan!

Sí, era todo justo como recordaba en su infancia y adolescencia... Para bien o para mal. Aunque él había tenido que irse de la ciudad para poder estudiar una carrera, sentir que seguía todo igual le tranquilizaba.

Claro está que aquella manera tan soez de tratarse los unos a los otros no podía considerarlo algo bueno ni aún ahora.

—Hey, chicos, ehm —entró en la habitación, pensando que, si no lo hacía, no se percatarían de su presencia nunca—... ¡Soy yo, Butters!

Los tres se giraron a la vez, cada uno en su propio cometido: Stan parecía estar batallando con un mal hecho nudo demasiado apretado en su corbata; Kyle, tras él, sostenía un par de corbatas más en distintos tonos de rojo y parecía al borde de un ataque de nervios; Eric, cómo no, estaba despatarrado en el asiento devorando una bolsa de patatas fritas, probablemente haciendo poco más que sacar aún más de quicio a Kyle con sus comentarios mordaces.

— ¡Uhhhhhh pero si es nuestro querido recadero oficial! —dijo Eric con sorna, a lo que yo respondí con un corto "Sí, eso, hola, Eric...". Ya estaba más que acostumbrado a su... persona.

HANAHAKIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora