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Calidez. Era lo único en lo que podía pensar en aquel momento, en la calidez que había en todo lo que sentía alrededor. En las luces amarillas, casi rojizas en las esquinas, que teñían las paredes de su tan conocida habitación, provenientes del sol del atardecer que se colaba por las rendijas de la persiana casi echada. En el lejano y arrullador ruido que producían los coches y las conversaciones que pasaban por las ajetreadas calles. En esos dedos recorriendo mi pelo, lenta, dulce, cuidadosamente. En el tono de su voz, en su tacto, en su propia presencia, en el azul de sus ojos incluso.

Todo era calidez y tranquilidad, aunque sólo fuera por un momento.

—Lo siento mucho...

Le miré girando ligeramente la cabeza, extrañado porque hubiera sido él quien había decidido romper el pacífico silencio que se había formado en la habitación. Levanté ligeramente las comisuras de mis labios en una pesada sonrisa, más por el aletargamiento que sentía ahora que porque no tuviera ánimos para sonreír.

—Es igual. Era obvio que iba a pasar, ¿no?

— ¡Sí, claro que sí, pero...! —dijo, con la clara determinación de quien dice una verdad bien conocida, antes de que se quebrara a mitad, perdiendo completamente la voz al pensar en lo que había dicho con más detenimiento. Abrió y cerró la boca un par de veces antes de apretar los labios bien juntos, desviando la mirada hacia donde estaba la mía con ojos algo arrepentidos por lo dicho y apartando las manos—Perdona... No quería decir eso.

—Obviamente sí que querías. No te caía bien, eso es obvio —me encogí de hombros, soltándolos al momento—. Puedes ser todo lo directo que quieras, no voy a enfadarme contigo ni nada.

—¡No se trata de eso! ―se defendió rápidamente, moviendo ambas manos de forma nerviosa― ¡Sólo sabía que iba a pasar tarde o temprano! Sabía que eras demasiado bueno para alguien como ella. Y aunque obviamente me temía que algo así pasaría, la verdad es que... —echó la cabeza a un lado, evitando mirarme, para poder decir tras soltar un airado bufido—No, no pienso que es una pena que hayáis cortado. Pero eso no quita que me sienta mal por alegrarme por ello porque sé que para ti era muy importante y...

—¿Y? —pregunté, curioso por cómo iba a continuar aquella frase.

—Y... Eso...—se tomó su tiempo para contestar, mirando aún a otro lado—Ya sabes que odio verte mal y no saber qué hacer para ayudarte.

Le toqué la mejilla un par de veces hasta que movió la cabeza de nuevo. Soltó un suspiro antes de volver a cruzar miradas, con el ceño algo fruncido y preocupación en los ojos. No pude evitar soltar una corta risa antes de apretarle justo entre las dos cejas.

—Venga, no hace falta que te pongas así, sólo ha sido otra relación fallida en la lista. Sólo tengo que pasar el mal rato y acabaré pasando página, tarde o temprano. Nadie se muere por un corazón roto, ¿no?

—No —contestó en un murmullo, apartando ligeramente la cabeza de mi dedo y suavizando ligeramente la expresión en su ceño, pero no la de su mirada—. Pero sigue doliendo igual.

—Estoy hecho al dolor —dije con voz despreocupada, intentando restarle importancia.

El silencio que volvió a apoderarse de él me hizo pensar que aquello había sonado demasiado desolador para aquel momento. Suspiré hondo y pensé que lo mejor sería levantar los ánimos, así que me deje caer encima de él sin previo aviso, cerrando los ojos.

— ¿Pues sabes qué? ¡Que le den! A las chicas, a las relaciones, ¡a todo!

Escuché una risilla ahogada que me hizo levantar la ceja y mirarle con un ojo.

HANAHAKIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora