Miseria.

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Una semana después, el temido y odiado Khada Jhin fue condenado a muerte por el Consejo máximo de Runaterra, jamás volvería a aterrar este territorio.

Sus captores, Zed y Shen, reconocidos ninjas de la que alguna vez fue la basta Orden Kinkou, fueron condecorados por su hazaña al haber capturado vivo al criminal más buscado de toda Jonia.

Dieron fin a la cacería más encarnizada y sufrida de todos los tiempos.

No obstante, a Jhin se le permitió tener una vida decente antes de su ejecución, recluido en la Orden Kinkou vería transcurrir sus últimos días, asorado por la indiferencia y el rechazo de quien alguna vez fue su luz, su porvenir y su miseria.

Rondando por un templo ajeno, penando como un alma atormentada, reuniendo con paciencia y decoro cada fragmento de rencor.

Planeando en silencio, el enjambre de malignidad materializada y furtiva, paciencia y escozor... templanza y meticulosidad.

Mientras que él por su parte, parece el  Shen de hace décadas, inhumano e inalcanzable, abandonado de todo sentimiento mundano, inflexible y lejano.

Ya no me observa, más allá de una vigilancia de rutina, era como si mi existencia le fuese indiferente, como la caída de una hoja seca o el último suspiro del incienso, nada más  que trivialidad...

Tú...¿Me hubieses amado si mi confesión se hubiese dado desde la víspera? Las cavilaciones absurdas no reconfortan la sensación de incómodo vacío en mi pecho, una emoción nueva en mi repertorio, la más real de todas para mi pesar.

No hay día en que no te piense Shen, eres una constante en mi psiquis, el recordatorio de la vil e infiel felicidad.

Pero esto no se quedará así... jugaste a tu placer conmigo y eso no está ni remotamente cerca de ser tolerado por mi.

La indignidad que te profeso te alcanzará ninja... muy pronto lo hará y caeras de nuevo en la trampa, esta ocasión bailarás al dulce trinar de mis instrumentos, recordarás el día en que ozaste engañar al demonio dorado.

Cuando me trajeron aqui con su falsa hospitalidad sabía bien a lo que me atenía; sus rostros, pigmentados con la repugnante condescendencia, me hacían sentir asqueado, más aún así, deseaba verlo, una palabra suya bastaría para apaciguar mi desesperación oculta, agazapada en lo profundo de mi corazón... ¿y qué fue lo que recibí?

Nada.... la más insulsa y desamparante.... nada.

Ignorandome durante semanas, sin la más remota señal de pena ante su cruel tratamiento hacia mi, para cuando al fin cruzamos palabra ya me había quedado claro, lo que dijo Zed era cierto, absolutamente todo y sólo necesité de su indiferencia y frialdad para terminar de convencerme.

Ahora es mi turno de actuar ninja, te demostrare los alcances de un verdadero artista...

Volverás a mis fauces como una presa acorralada,  guiare el compas de tu fallecimiento moral.

Caeras en mi abismo de desesperación, pagarás por cada lágrima, cada noche de insomnio, cada amanecer martirizante.

Tú que has osado profanar la única muestra de humanidad, la poca fragilidad que me quedaba, el último vestigio de cariño...

Verás tu fin en mi piel...

Conmiseración.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora