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—Amy, me gustaría que conocieras a mi hermano, Harry Edward Styles.— dijo Gemma bruscamente. —Estoy segura que te acuerdas, el otro día te dije que estaba en casa recuperándose de un accidente en la tala de árboles.

El tono que Gemma utilizó para presentar a Harry, le hizo sentirse como si fuese un caso de gripe. Arrastró su mirada de la parte posterior de la falda que se aferraba a la rubia y le dijo:

—Encantado de conocerte, Amy. Pido disculpas por la interrupción de tu baño.

Su rostro se inundó con el color nuevo.

—Bastante cierto—, dijo en voz tan baja que tuvo dificultad para capturar las palabras. Ella dio un manotazo en la falda y evitó su mirada. —Bueno, Gemma, creo que me voy ya.

Con eso, asintió con la cabeza en la dirección de Harry, todavía sin mirarlo. Luego se puso un sombrero, grande y fruncido que ocultaba su rostro. Después de atar la cinta de la barbilla, agarró los zapatos y las medias arrugadas, y luego empezó a subir el sendero. Dado que Harry estaba sentado en medio, sosteniendo en sus brazos a la pequeña dormida, ella se detuvo después de dar varios pasos y levantó sus grandes ojos verdes hasta los suyos. Harry sabía condenadamente bien que ella no se atrevería a cortar a través de los arbustos, no, a menos que quisiera sufrir un mal caso de urticaria por hiedra venenosa. En estos cerros, esas plantas crecían tan gruesas como el pelo del trasero de un perro, y la mayoría de las personas eran alérgicas a ellas. Especialmente las personas de piel clara.

Aunque el sombrero fruncido sombreaba su rostro, sus ojos lo llenaron de un golpe. Harry le dirigió una sonrisa perezosa, extrañamente contento de estar sentado en su camino.

De repente, la idea de permanecer la mayor parte del verano en Tierra de Styles sin nada mejor que hacer que juguetear con sus pulgares no le parecía ya como una cruz que cargar.

—No hay necesidad de apresurarnos, Amy.

La punta de su nariz respingona se volvió escarlata.

—No tengo más remedio. Creo que puedo rodearle. Por favor, no se moleste.

Harry no tenía intención de mover ni un músculo. Cuando ella caminó a su alrededor, puso la vista en sus pies descalzos e intentó vislumbrar debajo de su falda, a ver si la levantaba lo suficiente para admirar sus tobillos. Tenía los dedos de los pies delgados y pequeños, con uñas delicadas que le hicieron imaginar los pétalos de las flores translúcidas. Un abanico de red de frágiles huesos delineados, apareció en la parte superior de cada pie. Levantó la mirada hacia su rostro. Sus ojos se encontraron, y por un instante, Harry se sintió como si hubiera vuelto a ser aplastado entre dos troncos.

Hablando sobre belleza, esta jovencita le daba una completa y nueva definición a esta palabra. No era tanto que su rostro fuese perfecto. Lo que sorprendió a Harry, era la forma dulce e inocente que se veía, el tipo de rostro que hacía a un hombre querer luchar contra leones de montaña para ella y ganar. Se olvidó por completo de sus costillas.

Como no quería asustarla, templó su voz y dijo:

—Espero que vuelva, Amy. Quizá la próxima vez pueda pasar después por casa y tomar con nosotros una limonada de mamá. Es la mejor de Tierra de Styles.

Por un momento, se quedó inmóvil allí y lo miró fijamente, como si no pudiese dar crédito a sus oídos. Entonces su rostro se sonrojó de nuevo. Sin una palabra, arrancó casi a correr y desapareció entre los árboles, sin mirar atrás.

—Eso no estuvo bien—, dijo Gemma con voz temblorosa. —¿Cómo pudiste, Harry? No creía que fueras capaz de decirle algo así.

Joseph se quedó absolutamente perplejo y su sonrisa desapareció mientras se volvía a mirar a su hermana, que aun estaba cerca del agua, las manos en las caderas, la cabeza leonada, y una expresión de ira en su rostro. A Harry no le importaba ser acusado de cabeza hueca cuando se lo merecía, y podía admitir que era la mayoría del tiempo, pero esta reprimenda no tenía sentido para él.

—¿Que hay de malo en invitarla a una limonada?
—Sabes muy bien que ella nunca impondría su presencia a mamá. Eso no quiere decir que mamá no le de la bienvenida, y nuestro padre, también. Sin embargo, Amy es demasiado dulce para ponerlos en ese apuro. Ya sabes lo santas que son todas la personas que viven en esta ciudad. Habría rumores y las leguas viperinas comentándolo durante una semana, si una mujer de la ocupación de Amy llamara a la puerta de alguien.

Harry digería cada palabra.

—¿Me he perdido algo?— Echó un vistazo alrededor para asegurarse de que Hunter estaba ocupado todavía con la captura de los perros de agua. —Por la forma en que hablas, se podría pensar que es la prostituta local.

Los ojos de Gemma se agrandaron.

—Seguramente piensas que has sido cortes dirigiéndole esas palabras, pero no es gracioso que actúes cómo si no lo supieras. Juraría que ese trabajo tuyo entre leñadores, te ha arruinado como persona educada y respetuosa.

Una visión de la cara dulce de Amy se extendió por la cabeza de Harry. Con esos ojos enormes, inocentes, no podría ser una… No, era imposible.

Joseph no pretendía ser un conocedor en profundidad de las mujeres, pero después de vivir en los campamentos madereros durante tantos años, estaba tan seguro como el infierno que reconocía a una chica así cuando la veía.

—Gemma, ¿estás tratando de decirme que Amy es una puta?

Ella hizo un sonido de frustración.

—No la llames así, te dije. Es mi mejor amiga, y no quiero hablar mal de ella. Si tienes que llamarla alguna cosa, llámala desafortunada.

A Harry no le importaba una mierda cómo la llamase Gemma, una prostituta era una puta. Una imagen vino a su cabeza, del brillante cabello rizado y dorado, de su cara maquillada llamativamente, trabajando en el Saloon.

Por respeto a sus padres, Harry nunca había frecuentado las habitaciones de arriba del Lucky Nugget durante sus breves visitas a casa, así que no había prestado mucha atención a la paloma mancillada que trabajaba allí, pero ahora que pensaba en ello, recordó haber escuchado alguna vez que el nombre de la chica que allí trabajaba era el de Amy. Entrecerró los ojos.

—Esa chica es una prostitu…— Se interrumpió y tragó saliva. —¿Esa es la desafortunada que trabaja en el Lucky Nugget?
—Más o menos.
—¿Más o menos?— Harry, miró a su hermana. Esta será una de sus bromas. Dale una oportunidad a Gemma, y te volverá majara. —¿Qué quieres decir con eso de más o menos?

Arrugó la nariz, claramente impaciente por su limitada inteligencia masculina.

—Ella no está exactamente ahí cuando los clientes suben a verla.— Se encogió de hombros. —Es difícil de explicar. Eso sí, no le comentes nada de lo que te diga a ella. ¿Me lo prometes, Harry?

¿Una especie de puta que no está exactamente allí cuando llegaban a verla sus clientes? Harry podía ver que esto tenía sentido para Gemma, pero maldita sea al infierno si entendía algo de lo que le estaba hablando.

—No es culpa de ella que esté metida en ese mundo,— Le dijo Gemma. —De no ser por la gracia de Dios estaríamos así todas las demás mujeres en esta ciudad. Vosotros los hombres no nos habéis dejado muchas opciones cuando se trata de ganarnos nuestro pan. Amy es una verdad digna de lástima.

Harry podía ver que Gemma hablaba muy en serio. Él lanzó una mirada al sendero, al lugar por donde Amy, el ángel, había desaparecido. Luego volvió a mirar a su hermana, aún no podía creer lo que estaba oyendo.
Amy, el ruboroso ángel, de ojos verdes, ¿era una prostituta?

La magia en ti /h.s/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora