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Entonces, una noche inolvidable cuando acompañó a su padre a Jacksonville para asistir a la reunión de los mineros, Harry aprendió lo que su padre quería decir. Después de esa reunión, todos los hombres habían vuelto a Tierra de Styles y se congregaron en el saloon. Varios de ellos, casados o no, había ido arriba con ansia a visitar a May Belle, cuya brillante sonrisa parecía pegada a su boca. Harry se escandalizó, porque la mayoría de los que se beneficiaron de sus servicios eran los hombres que asistían a la iglesia regularmente y ni siquiera la hubieran saludado a la pobre mujer con un asentimiento de cabeza si la encontraran por la calle. Era bastante obvio para Harry que a nadie le importaba nada acerca de los sentimientos de May Belle, si es que creían que ella tenía de eso. Debido a que ella estaba haciéndose mayor y menguando su atractivo, algunos de ellos ni siquiera querían pagarle su tarifa de diez dólares.

Cuando la prostituta fue envejeciendo al pie de su trabajo, ganaba cada día menos con su negocio. Ese día que Harry acompañaba a su padre, Cazador de Styles, éste puso en la mano de la mujer cuarenta dólares en piezas de oro, lo suficiente para ocho visitas, según los cálculos de Harry. Por un momento horrible pensó que su padre, a quien siempre había creído que era perfecto, planificaba traicionar a su madre y subir las escaleras. Pero entonces Cazador de Styles había dicho algo a May Belle, que Harry nunca olvidaría.

—Mi mujer dice que nuestra puerta sigue abierta. Vas a encontrar más amigos dentro de nuestras paredes, si tus pasos te llevaran allí.

Ahora, nueve años más tarde, Harry se quedó mirando las ventanas del piso superior del Lucky Nugget y se dio cuenta que el círculo de la vida nunca se acababa. Los días de May Belle como un producto comercializable se habían terminado, y una joven de aspecto angelical, con asustados ojos verdes, había tomado su lugar.

—De no ser por la gracia de Dios estaríamos así todas las demás mujeres en esta ciudad. Vosotros, los hombres no nos habéis dejado a las mujeres muchas opciones cuando se trata de ganarnos nuestro pan—. Le había dicho Gemma.

Harry apoyó la cabeza contra el poste del porche y cerró los ojos, recordando la puta joven que le había esquilmado hacía unos años. La amargura de siempre brotó en su interior, pero aquí en Tierra de Styles, con las lecciones de su infancia que parecían susurrar a cada paso, tuvo un efecto diferente sobre él. En lugar de sentirse justificado, se sentía culpable por pensar como lo hizo. Aun así, dudaba que alguna vez fuese a cambiar. Algunas de las experiencias de la vida marcan demasiado profundo, tanto que nunca podría escapar de ellas.

Amy, con los ojos verdes había hecho su cama, y por Dios, que podía dormir en ella.

* * *

Sombras… Amy era lo único que sentía a su alrededor, cambiando, susurrando, tocando. Pero ellos no eran reales. A veces, sus susurros sonaban como preguntas, y si las preguntas encajaban en el diálogo de sus sueños, ella respondía. De lo contrario, ni se molestaba. Nadie la pagaba por hablar, de todos modos.

Cerró los ojos y se perdió en el sol. Estaba en la carreta en el camino a la iglesia. La brisa de la mañana era dulce con el aroma de flores silvestres, y Mamá iba cantando himnos. Amy apretó la cabeza de su pequeño hermano Jason junto a su pecho y lo abrazó, dirigiendo su mirada desenfocada hacia el campo de margaritas que pasaban. Su boca laxa extendió en una sonrisa tonta. Pidió prestado un pañuelo de Mamá para limpiar la baba del labio inferior de su hermanito.

—Di que me quieres. Quiero oírte decirlo.

El pecho de Amy se hinchó con la felicidad al oír hablar a Jason.

—Oh, sí. Te quiero.— Le alisó el pelo a Jason, preguntándose si él sabía lo mucho que lo amaba, y cuánto lo seguiría amando a pesar de todo lo que había tenido que hacer por él. La aflicción de Mamá era tremenda cosa. Por lo menos Amy podía hacer la carga más ligera de su madre y cuidar de ella. Pero la vida de Jason se había terminado antes de que comenzara, y ahora vivía en un oscuro mundo del que nunca podría escapar. Y todo era culpa de ella.

La magia en ti /h.s/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora