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—No,— Amy negó débilmente. —Eso nunca.

Él la hizo callar al presionar firmemente la moneda en contra de su boca.

—Escúchame, y escúchame bien. Puedes engañar a algunas personas, parte del tiempo, es decir, a Gemma y Jake, pero no puedes engañar a todo el pueblo todo el tiempo, o sea, yo. Mantente alejada de mi hermana y sus hijos. Lo último que necesita es una puta lastimosa jugando con su simpatía y echar a perder su vida.

La indignación prestó a Amy un destello de coraje. Liberando sus labios, dijo:

—Creo que está yendo más allá de sus límites, señor Styles. Cuando Gemma me diga que me mantenga lejos de ellos, con mucho gusto cumpliré, pero gente como usted, no tiene por que darme órdenes.

—¿No lo harás? Permíteme enumerar un par de hechos para ti, mejillas dulces. La prostitución es algo muy poco respetable. Una palabra aquí y allá, chismeando que mi hermana y tu teneis algún tipo de relación amistosa, y todas las señoras de esta ciudad, estarán calentando sus calderos, para desplumar a mi familia como pollos. ¿Me entiendes?

Amy ciertamente no necesitamos que la pintara una imagen de ello. A más de una mujer en su profesión, se la había echado de un pueblo, por salirse de sus rieles.

—Yo nunca haría nada que…

—Nada—, dijo interrumpiéndola. —No es personal, cariño. Pero el mero hecho de verlo por mi mismo. Todos los miembros de mi familia, desde mi padre para abajo, son demasiado ingenuos para conocer tu juego. Pero eso mismo no puede decirse de mí. Sálvate a ti misma de un montón de dolores de cabeza, ¿eh? Mantente alejado de mi hermana, y tu y yo, nos llevaremos muy bien.

En lugar de encontrarse con su mirada, Amy miró a su nariz, a la moneda. Se dio cuenta ahora de que no había sido en serio su propuesta. La había usado cómo una apertura, para darle una advertencia. Ella no quería tener problemas, sobre todo, no de un hombre de la clase de Harry Styles. Fuese o no el hermano de Gemma, tenía un extremo peligroso y si no conseguía lo que se proponía, tenía la sensación de que iría a por sangre. No podía permitirse un escándalo. Grants Pass estaba tan sólo a cuarenta millas de distancia, una distancia suficiente para garantizar que ninguno de sus clientes fuesen hombres de su ciudad natal, pero una noticia así, podría llegar con facilidad desde Tierra de Styles.

—¿Nos entendemos?— le preguntó en voz baja.

—Sí—, susurró ella, incapaz de decir nada más. El verano se tornó sombrío sin la esperanza de la amistad de Gemma, Amy se imaginó que tendría que apartarse de ellos, y del camino de Harry, al menos hasta que volviese a los campamentos madereros.

—Tal como pensé, una chica inteligente.

Harry se enderezó y le dejó un poco más de espacio, Amy cerró los ojos en una oleada de náuseas. Rezó para no avergonzarse a sí misma vaciando el contenido de su pobre estómago en todas sus botas. Cuando se sintió un poco más bajo control, levantó sus pestañas para encontrarlo mirándola con una expresión incierta nublándole la mirada. En ese instante, Harry Styles supo que bajo una armadura de acero, ella tenía otro lado merecedor de compasión. Lamentó ser tan cruel.

Amy se sentía sofocada por su cercanía y olor masculino, que respiraba a su alrededor. Después de todo, él había dicho lo que había venido a decir. Seguramente la había visto dejar el salón esta mañana y la siguió hasta aquí, lo que explicaba su encuentro casual. Una emboscada, más bien.

Para su sorpresa y consternación, antes de que se las arreglase para quedar completamente fuera de su alcance, la agarró del brazo y la llevó a su lado. Sintió como si sus dedos la quemaran al agarrarse del brazo sobre la manga de su vestido.

Se le puso piel de gallina, y se esforzó para no temblar. Lanzándole una mirada de asombro e inquisidora, esperó a que le hiciese aun mas sangre con su lengua afilada cómo hoja de afeitar. En lugar de eso, le deslizó la pieza de oro en su mano y forzó a sus dedos a cerrarse en torno a la moneda. En el momento en que relajó su agarre, Amy hizo lo mismo y dejando que el dinero cayese sin hacer ruido en la hierba. Ella no tenía intención de dejar que salvase su conciencia con tanta facilidad.

Le sostuvo la mirada, esperando que él notara su desprecio en sus ojos. Era tan fácil para él condenarla. Si tuviese que buscar un trabajo en Tierra de Styles, probablemente podría tener una oferta de media docena a su disposición antes del mediodía, y todos ofreciéndole un salario decente. ¿Pensaba que ella no sería capaz de trabajar en una maderera a la par que él, si alguien la contratase? ¿Realmente creía que a ella le gustaba la forma en que se ganaba la vida? Dios lo perdonase, si sólo él supiese lo que era para ella, no sería tan hipócrita.

En el instante en que le soltó el brazo, Amy recogió sus faldas y dio un paso a través de la hierba húmeda de rocío, resistiendo el impulso de correr. No le daría esa satisfacción.

Harry se quedó mirando alejarse a Amy, tenía un nudo en la garganta con una emoción que no podía nombrar. Esa mirada en sus ojos. Creyó que nunca sería capaz de borrarla de su mente. No sólo era desprecio, sino una herida que corría demasiado profundo para las lágrimas. Al verla, no pudo evitar hacer una comparación entre ella y todas las otras prostitutas que había conocido jamás. No había ninguna similitud. Sea la que fuese su profesión, Amy tenía la marca de una dama. Incluso la forma de moverse era formal y correcta.

Un destello brillante llamó la atención de su mirada, y buscó hacia abajo para ver la pieza de oro tirada en la hierba a sus pies, donde la había dejado caer. Así que ella despreció su dinero, ¿verdad? Se paró ante la moneda, mirándola sin ver, reacio a recogerla. Por todo lo que le importaba, podía yacer ahí eternamente y crecer musgo por encima.

—¿Qué le has dicho?

La voz acusadora de Gemma lo azotó a través del aire de la mañana y le hizo girar la cabeza para verla. La miró fijamente, como reacio a admitir lo que había dicho, tan reacio o más que estaba para recuperar su dinero.

—Nada que no necesitara decir.

Con sus ojos azules heridos y sin darle tregua, Gemma se abrazó a su cintura y luego se acercó a él.

—¿Qué quieres decir? ¿Qué necesitabas decirle, Harry?

Hacía mucho tiempo que Harry no se había sentido como un niño llamado para una regañina. Enojado, de que se le hiciese sentir culpable, cuando su único delito había sido intentar protegerla, tragó humedecer la garganta.

—Una puta no tiene por qué ser como uña y carne con una joven decente. Eres demasiado dulce para tu propio bien, cariño. ¿Qué pasa con tu reputación? Y si tú no estimas eso, ¿qué pasa con tus hijos? Cuando alcancen la edad escolar, ¿quieres que se sientan humillados, por que los demás niños susurren acerca de su madre y la compañía que mantiene?

Los ojos de Gemma se agrandaron y su tez bruñida, naturalmente, se puso mortalmente pálida. Miró hacia abajo, vio la pieza de oro a sus pies, y se lamentó.

—Oh, Harry, ¿qué has hecho?

—Lo que tenía que hacer—, respondió él con suavidad. —Sé que te preocupas por ella, Gemma. Pero tu no puede tomar los males del mundo sobre tus hombros. Amy ha elegido su camino. No debes estar a su lado. Tú tienes una familia en que pensar.

Las lágrimas llenaron los ojos de Gemma, y su boca comenzó a temblar.

La magia en ti /h.s/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora