Enamorada

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Quería besarte,

dejarte impregnado mi labial en tu cuello,
en tu pecho,
y en tus labios.
La necesidad de un beso, de una caricia o de un susurro sugerente era tal,
que me ahogaba de deseo.

Mi respiración se tornó acelerada,
mis ojos no dejaban de ver los lugares que quería devorar,
mis pies se movían ansiosos,
mis labios mordía discretamente.

Me sentía débil, tú me dejaste débil.
Cuando terminaste de contarme tu anécdota,
me miraste y sonreíste


porque lo sabías.

PARA MI MUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora