La Venganza!! (Parte V)

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Diego fue hasta el portón de la propiedad y vio como el vehículo de la funeraria se alejaba por el camino. El doctor se había marchado también.   Ahora se iba a dedicar a la venganza.

El Sol todavía estaba muy alto y hacía calor. Al mirar los árboles comprobó que el viento soplaba hacia el circo. Aquellas eran las condiciones ideales para iniciar un incendio. 

Su tío siempre tenía guardados bidones de nafta. Se hizo de algunos elementos, cargó el revólver de su tío con balas de plata, por las dudas, y después se adentró en la arboleda cargando dos bidones de combustible.  Se detuvo en el límite de la arboleda y espió.  Los trailers estaban amontonados en el fondo de terreno, no muy lejos del límite de la arboleda. La ubicación no podía ser mejor para sus planes.  Solo tenía que cerciorarse que no anduviera nadie por allí. 

Corriendo agazapado alcanzó el extremo derecho de la fila de remolques. Dejó un bidón allí y corrió hasta el otro. Recién ahí comenzó a volcar el combustible. Al vaciar el primer recipiente fue hasta donde estaba el otro y lo vertió en esa parte. Mojaba los remolques y el suelo con pasto medio reseco, y el olor a nafta comenzaba a intensificarse. El calor del día evaporaba el combustible rápidamente, haciéndolo mas peligroso. 

Se alejó hasta los árboles llevándose los recipientes vacíos. Envolvió unos papeles en una piedra, la encendió y la arrojó a los remolques.  La reacción fue mas poderosa de lo que esperaba. Hubo una explosión que abarcó todo el largo de la fila de remolques. El fuego se extendió hacia los costados también, pero después se concentró bajo las guaridas rodantes de los vampiros. Ya estaba hecho, ahora el fuego haría el trabajo. Los vampiros estaban atrapados entre las llamas y el Sol. 

Diego confiaba que la luz del día sería mortal para ellos. Por algo hacían solo una función nocturna. Durante el día solo se veían allí a algunos empleados, a los sirvientes de los monstruos. 

Volvió a la casa y puso los bidones junto a otros.   Si se daba una investigación, no podrían acusarlo por tener aquello allí, porque en casi todas las viviendas que quedan en las afueras de las ciudades se guarda combustible. Pero confiaba en que lo policía no le daría problemas, principalmente por la naturaleza de aquel circo, y los sospechosos de sus empleados.   Pensando en eso empezó a sentir curiosidad. La situación era por demás interesante, y quería verlo con sus propios ojos. ¿Qué pasaría cuando llegaran las autoridades? Tenía que ir hasta allí. Incluso podía parecer sospechoso si no iba a curiosear, porque la suya era la casa mas cercana. 

Ya se escuchaba el crepitar del fuego y por encima de la arboleda se elevaba una humareda negra.  Los sirvientes de los vampiros no llamaron a los bomberos por obvias razones, e intentaron contener el fuego solos, pero era inútil.  Algunos conductores que cruzaban frente al circo por la ruta se detuvieron a mirar, y ellos sí llamaron a los bomberos. 

Diego escuchó las sirenas desde la casa. Supuso que ahora el incendio sería enorme, y se imaginó a los vampiros asándose dentro de sus refugios, el fuego consumiendo todo, quemándoles la carne, y ellos sin poder escapar, porque afuera serían abrasados por el Sol. Como fuera estaban acabados. 

Diego siempre tenía algo de ropa en la casa de su tío. Se bañó rápidamente y dejó la ropa que olía a nafta sumergida en una tina con jabón.  

Ya le había pasado un poco la emoción de la venganza, y tomó conciencia que estaba por concurrir a otro velorio, otro mas de un pariente, y este era el último. 

Se escuchaba que seguían llegando sirenas; estas eran de vehículos policiales. 

Cuando cruzó en su camioneta, los remolques ya eran bultos ennegrecidos envueltos en llamas. Los bomberos habían salvado la carpa al rociarla con abundante agua, pero los tráilers y algunos vehículos ardían sin parar.  Había un montón de curiosos que la policía intentaba alejar lo mas posible. Algunos estaban sobre la ruta, otros en la esquina del camino. Diego dobló como para tomar la ruta y se detuvo allí.  En el incendio estallaban vidrios y se elevaban repentinas llamaradas. 

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