Gerardo ha vuelto!! (parte VI)

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Gerardo estaba allí, parado en la sala, aunque lo habían enterrado unas horas atrás. Diego no sabía qué hacer, cómo reaccionar. Aquel era su tío, pero este estaba muerto, ahora era, un vampiro. 

- Diego, regresé -dijo Gerardo, y abrió los brazos, como esperando que su sobrino fuera a abrazarlo. 

- Tío, los vampiros lo habían atacado, y no me lo dijo -alcanzó a decir Diego, con mucho pesar.

- Creí que no me iba a transformar tan pronto, y, quería vengarme. Pero estoy bien, solo un poco hambriento.  Tengo hambre, Diego. ¡Hambre…! 

- ¡No se acerque mas, tío! 

Diego ocultaba el revólver en su espalda, no quería usarlo, aquel era su tío; Gerardo avanzó unos pasos y después retrocedió sacudiendo la cabeza, como si quisiera desprenderse así de aquel hambre y el estado mental que lo iba dominando. Se tapó la cara con las manos, intentando concentrarse, y cuando las retiró ya mostraba algunos rasgos de murciélago: 

- ¡Es que tengo tanta hambre! -exclamó Gerardo, ya con una voz extraña-. Puedo oler tu sangre, casi siento su tibieza, y también tengo frío… ¡Ya te siento solo como sangre y carne! Eso eres, alimento. Pero si no te resistes seguiremos siendo familia, ninguno morirá. ¡Diego, ven aquí!

Ahora Gerardo lucía mas como un murciélago, y aquella voz no se parecía en nada a la del amable hombre que fuera. Solo era un monstruo que avanzaba hacia su presa. 

Sonó un disparo, hubo una breve pausa y sonaron cuatro mas. Gerardo se desplomó hacia atrás. Los rasgos de murciélago desaparecieron y su cara ahora esbozaba una ligera sonrisa; por fin descansaba.

Diego no soportó mas, se hincó de rodillas frente al cuerpo de su tío y sus ojos se inundaron de lágrimas.   Después de perder a alguien y creer que jamás se lo volverá a ver en esta tierra, volver a verlo convertido en un monstruo es algo que no muchos tolerarían sin sufrir un colapso emocional. Pero Diego era fuerte.  Se enjuagó las lágrimas y comenzó a razonar. Su tío había muerto durante el día, aquello que se presentara allí ya no era él. Algo de sus recuerdos y su carácter obstinado habían contenido por un momento a la bestia, al monstruo, mas la bestia era quien había salido de la tumba, no el hombre. No había matado a su tío, había erradicado al ser que poseía su cuerpo.   

Se levantó y respiró hondo. Tenía que enterrar de nuevo a Gerardo, esta vez con sus propias manos. 

Fue hasta el cuarto y trajo una frazada para envolver el cuerpo.  Lo levantó del suelo y lo cargó en su hombro; antes abrió las puertas para no tener que hacerlo mientras lo cargaba. El cuerpo pesaba mucho pero Diego era fuerte. Mas apenas salió a la noche lo invadió un temor, y dejó el cuerpo en el suelo. ¿Y si el vampiro no estaba muerto del todo?  

Tenía el revolver en su cintura, lo empuño, se inclinó lentamente y tomó una esquina de la frazada que amortajaba a Gerardo. Dudó entre ver el rostro de golpe o hacerlo lentamente. ¿Y si nuevamente tenía rasgos de murciélago?  Se decidió por hacerlo rápido; el rostro seguía en paz.   Pero ahora aquella duda no lo abandonaba.  Entró a la casa y fue por mas balas de plata. Al regresar lo examinó de nuevo. Volvió a cargarlo. 

La Luna había progresado esos días hasta quedar llena, y como el cielo estaba limpio la noche era por demás clara. Solo entre los árboles sobrevivía algo de oscuridad, y estaba mezclada con porciones claras donde descendían sendos rayos lunares. Diego atravesó esa claridad hasta llegar junto al viejo nogal, allí donde enterraran a Ringo, el perro. 

Dejó el cuerpo en el suelo y sintió la necesidad de mirar en derredor. Había mucho silencio. No chistaba ni una lechuza ni cantaba ningún pájaro nocturno, solo silencio. 

Tuvo que volver a la casa para buscar una pala y un pico. Ahora temió que su tío ya no estuviera allí. Todo aquello parecía una pesadilla, y en las pesadillas se cumple lo que mas tememos. Cuando comprobó que aún estaba envuelto en la frazada exhaló algo aliviado. 

Comenzó a cavar.  ¡Que escena mas terrible la que iluminaba la Luna! Un hombre cavando un pozo, y junto a él un muerto.  Solo el ruido sordo de la pala o el pico hiriendo la tierra desafiaban el silencio de campo santo que había ahora. 

Mientras cavaba Diego pensó que el terreno se estaba volviendo un cementerio. Al pensar en eso nuevamente lo azuzó una idea que no se le iba del todo, que estaba allí, queriendo surgir con claridad en sus pensamientos, y era la respuesta a unas preguntas: ¿Por qué habían vuelto los vampiros al terreno? Y ¿Si habían matado a gente, dónde estaba esa gente? 

Se enderezó y volvió a mirar en derredor. ¿Había escuchado algo? Comenzó a cavar mas rápido. 

Pronto notarían que la tumba de su tío, la del cementerio, estaba vacía, descubrirían el hoyo por donde salió Gerardo. ¿Cómo explicar que había aparecido en la casa?  Tenía que hacerlo desaparecer. Era el segundo delito cometido en pocas horas, y todo por culpa de los vampiros. 

Hizo el pozo menos profundo de lo que hubiera preferido, pero bajo aquellas circunstancias estaba bien, porque cada vez se sentía mas inquieto allí.  Algunos sonidos muy vagos llegaban hasta él. Le pareció escuchar voces. Venían de la propiedad, de lo profundo de la arboleda. Si vinieran de la dirección del circo hubiera corrido hasta la casa en aquel momento, pero venían de otro lado, de la parte mas extensa de la arboleda. 

Echó el cuerpo en el pozo y lo fue tapando con tierra. Ya estaba, había enterrado a su tío, de nuevo. 

Se le ocurrieron algunas palabras para susurrar en aquel momento, mas nuevamente escuchó algo. Esta vez el sonido era claro, eran pisadas. No demoró en verlos. Caminaban entre los árboles, pasando por sombras y claridad de Luna. Unos aquí, otros mas allá, avanzaban todos en la misma dirección: hacia Diego, y era una multitud. 

La duda que lo acosaba se presentó claramente. Los vampiros habían invadido el terreno para sepultar gente. La primer noche fue de exploración, ahí liquidaron al perro que podía delatar su actividad, a la noche siguiente se encargaron del dueño de la vivienda. 

Cuando Diego corrió hacia la casa los vampiros salieron tras él. Ahora tenía que encerrarse y resistir el asedio de los vampiros.

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