La luz de la luna alumbra la noche, el cielo se ve reflejado en el mar, y mis pies sobre la arena, con la mente perdida y un corazón destruido.
La playa esta vacía, y lo único que la llena es mi presencia, empiezo a contar cada grano de arena y luego las estrellas otorgando a todos estos un recuerdos, un pensamiento o un sentimiento y ahí me doy cuenta que nada es tan infinito como parece.
Al primer granito de arena le doy el recuerdo de nuestro primer beso y a la última estrella le doy el único sentimiento que me dejo tu amor... el dolor.
Entonces voy entrando poco a poco al mar, sintiendo el agua con mi piel tocar. Entro poco a poco cada vez más profundo hasta que parece que el cielo cubre la mitad de mi cuerpo, pues el mar es casi como un espejo. Veo mi reflejo en el mar, y me doy cuenta que en serio me veo muy mal, tengo unas ojeras tan grandes como dos agujeros negros en cada uno de mis ojos, mi ojo que debería ser blanco, ahora es rojo, un rojo sangre y mis labios se ven similares a dos pasas, están completamente resecos. Y mi piel, que solía ser de un color moreno claro, se ha convertido en un blanco muy pálido. Mi estomago que alguna vez tuvo algún rastro de grasa ahora está muy delgado, se alcanzan a ver mis costillas.
Mi cabello, era realmente sedoso, largo y hermoso, como si de una cascada color castaña se tratase, pero ahora parece una enredadera donde un perro y un felino se hubiesen peleado y entre tantos aruñones se hubiese enredado.
Yo solía ser una mujer realmente hermosa, pero el tiempo pasa y cada pizca de belleza exterior desaparece, mas sin embargo mi forma de pensar y actuar y sobre todo mis sentimientos no han cambiado en absoluto y creo que perduraran por casi una eternidad, hasta que mi muerte al fin se haga presente.