–Mamá.
La fresca y apacible mañana se convierte en un torbellino en el cuarto de Larissa. La ropa vuela de una esquina a la otra, cojines y peluches son lanzados con desesperación de un lado al otro.
–Mamáá.
Se oye el chirrido de las puertas del closet abriendo y cerrando. Los libros y cuadernos del escritorio retumban en el suelo luego de una estrepitosa caída.
–Mamáááá, por favooooooorrrrrrr ayúdame, no encuentro mi cámara.
Ya Larissa suena al borde de la desesperación, ella y su cámara son un solo ente, amalgamado por la curiosidad y el interés de descubrir, conocer, explorar el mundo. Nunca sale sin ella, "nunca se sabe lo que uno se puede encontrar en el camino para fotografiar", suele decir a todos. Y ante el reclamo de sus amigos y compañeros de clase para que se modernice y utilice la cámara del celular, ella suele replicar ofendida "nunca, jamás en todo el mundo y sus alrededores el lente de un aparato de esos me da la misma calidad, textura, matices y contraste como mi cámara".
–Ay mamá, porfa, please, je vous en pris, per favore, en qué idioma te lo pido.... ayúdame a encontrarla.
–Un día te vas a perder en tu desorden y nadie te va a encontrar hija, cómo vas a hacer el día que yo no esté–dice mostrándole la cámara tomada desde la correa de colores que usa Larissa para colgársela al cuello y, recostada en el marco, lanza la frase lapidaria:
–Larissa no te voy a durar para siempre, tienes que ordenar tu vida.
Larissa y su mamá han sido muy unidas desde siempre. La figura paterna nunca estuvo presente, así que las dos solas se dieron a la tarea de vivir y ser felices. Comparten casi todo, van al cine, al museo y al teatro; adoran comer italiano y ver series policíacas en la tv. Larissa siempre fue muy consentida y ahora, a sus 20 años, sigue siéndolo; mamá resuelve todo, sabe todo y si no, lo inventa para ella.
Esa mañana había algo diferente en el tono de voz de su mamá, Larissa lo notó pero no prestó mucha atención, estaba apurada, iba a llegar tarde al instituto.
Con cara de fastidio por los reclamos de mamá, toma la cámara y la coloca justo encima de la mochila. Ve el cuarto y todo está patas arriba; con resignación comienza a recoger un poco el desorden. De prisa, toma la ropa, hace una bola malhecha con cada pieza y la lanza dentro del closet, los zapatos los amontona en un rincón, los pantalones quedan sobre las perchas a medio colgar.
"Quizás mi mamá tenga razón, debo ordenarme un poco, bueno en la tarde me dedico con seriedad a poner todo en su lugar ... ja, ni yo misma me lo creo", piensa mientras una sonrisa sinvergûenza se dibuja en su rostro.
–Mamá, me tengo que ir.
Su mamá nunca se fue de la puerta, pero Larissa estaba, como siempre, tan metida en sus pensamientos que no se había percatado de su presencia. Su mamá la mira con orgullo, era su niña y ahora una bella mujer.
-–Yo tengo cita con el médico, le dice. Nos vemos esta tarde en el parque? Piensa que Larissa no la escuchó y volvió a repetir la pregunta –¿Nos vemos esta tarde en el parque, mi princesa?
–¡Claro! Disculpa mamá, hoy estoy como en la luna– dice Larissa mientras toma la cámara y la mochila. Le da un beso de esos que resuenan en la mejilla –A la misma hora de siempre. Te quierooooo.
-–Cuídate mi amor, hasta la tarde.
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Un click para la eternidad
Kort verhaalLarissa, una joven aficionada a la fotografía toma una tarde unas fotos que, años después y lejos de casa, le dan sentido a su vida.