Larissa sigue pasando las fotos y se detiene en una en particular. Cuando tomé esta foto pensé que las hormigas parecían migrantes en busca de un nuevo hogar.
–¡Qué irónico! ¿Quién se iba a imaginar que yo iba a parecer, tiempo después, una de estas hormiguitas buscando otro lugar donde vivir?– y como un acto reflejo comienza a cantar la canción de Rubén Blades que tanto le gustaba a su mamá: –"La vida te da sorpesas, sorpresas te da la vida".
Inmediatamente recuerda el día cuando vió por última vez su ciudad. Los años han pasado y la nostalgia está tan viva como el primer día.
Desde el carro que la llevaba a su nueva vida, Larissa se despidió calladamente de las montañas que rodean aquella urbe tan amada como inhóspita. Click, click, desde el vehículo en movimento. Click en la bajada por la autopista al aeropuerto, click desde el oscuro tunel que muestran al final la luz de la costa, de donde partiría a sin saber cuándo iba a poder volver.
Siempre con su cámara colgada por la correa de colores al cuello, y ahora con dos maletas y una mochila, Larissa llegó al aeropuerto un lunes de febrero: "¡Bueno mundo, aquí vamos! Y mamá, tú siempre conmigo, estés donde estés", pensó optimista.
Cada vez que iba, el bello piso del aeropuerto la cautivaba, aquel día ocurrió lo mismo pero por una razón diferente. Era una obra Carlos Cruz Diez, su artista plástico favorito. Al entrar lo vio deteriorado, algunas de las pequeñas piezas cuadradas que lo conformaban ya no estaban. Tomó de inmediato su cámara y click, la primera foto.
–¡No lo puedo creer!.–dijo sin ninguna pena de revelar su indignación.
Click la segunda foto. Una señora que estaba a su lado la interrumpio.
–Mija, esa es la gente que se ha ido fuera que arranca los mosaicos para llevárselos.
–¿Qué?
–Aunque no lo creas, pero es cierto.
Larissa no salía de su asombro. Click, click, click. Por donde fue pasando vió pedazos de cemento donde antes estaban los mosaicos de colores. Son muchas las piezas que ya no están, son demasiadas las hormigas migrantes que han cargado con pedazos de la obra del maestro en sus espaldas.
Se encuentra con una larguísima fila en el counter de la aerolínea. Luego, la intimidante revisión de la aduana, donde los guardias metieron la mano en su mochila y revisaron sin ningún pudor. Con rostro de resentimiento uno de los guardias saca una cajita y la abre:
–¿Y esto? Si son joyas no las puedes llevar sin autorización
–Son solo dos pendientes de mi mamá que murió el año pasado, no son Joyassss– hizo énfasis en la S.
Un destello de simpatía se asomó levemente en el rostro del guardia y la dejó pasar. "Quizás también perdió a su mamá", pensó Larissa sin prestar mucha atención.
Luego migración y las incómodas preguntas de la funcionaria: ¿A dónde va? ¿Por cuánto tiempo? ¿Lleva efectivo? ¿cuánto? Con hastío Larissa fue respondiendo una a una las preguntas. Pasaron largas horas de espera hasta que en los parlantes sonó una voz distorsionada, casi inentendible que anunciaba la salida de su vuelo.
–Aquí vamos –se dijo en voz baja como reafirmándose que estaba haciendo lo correcto. Sacó su cámara y click, tomó una foto cenital de sus zapatos abordando el avión.
Dos horas y media después se encontraba en otra larguísima fila de personas, que como hormigas iban avanzando paso a paso, una detrás de la otra, hasta llegar a la taquilla donde les era sellado el ingreso a una nueva vida.
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Un click para la eternidad
Short StoryLarissa, una joven aficionada a la fotografía toma una tarde unas fotos que, años después y lejos de casa, le dan sentido a su vida.