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La chica había comenzado a sacar su toalla y sin más, él no podía despegar su mirada de tal arte que notaba. Aquel cuerpo que era en el sentido más inocente de la palabra, de él. Sentía un deseo enorme de hacerla suya en dicha cama que se posicionaba a un lado del ventanal que disponía su pieza. Solo miró ya que era lo único que podía hacer. De esa noche, pasaron más viendo a su dama desvestida, hasta ponerse ella su última prenda. La veía cada mañana al irse al instituto y al regresar a su casa para comer, hacer tareas y dormir. Las veces en las cuales se sentía reprimido por no poder acariciar a su musa era vasta para alguien con acciones rápidas. Así fueron pasando los días, meses, hasta poder cumplir el año. Soñaba con un día volver a la vida, los pensamientos de morir se habían esfumado. Lo que deseaba con todo su corazón era estar con ella, la causa de su felicidad.

Sentía que no podía vivir hasta que por fin había aparecido el chico que anteriormente había cumplido su pensar. Le pidió de rodillas que le devolviese su vida de una vez, sólo quería estar con su dama.

El ángel había notado como deseaba con tantas ansias volver, y lo hizo. Devolvió su alma y consigo el cuerpo físico del chico, dando a entender que ya los recuerdos de Fernando se harían visibles. Él le agradeció una vez más al joven por todo lo que había hecho, sin saber que era su protector; su ángel. Finalizó que ya no partiría a casa; además, tenía a la persona quien le hacía feliz:"¿Cómo podría irme?", pensó.

—No puedes hacer eso —comentó el ángel, llevando su cuerpo hasta una habitación.— debes hacerte cargo de tu ex relación y tú familia.

—No tenemos nada ¿por qué debería seguir yendo? mi familia entenderá; no te preocupes por eso —argumentó Fernando sin quitar su mirada de su contrario. Conduciendo su cuerpo para quedar enfrente de éste. Ambos se miraron hasta que el ángel lanzó su última palabra amenazante.

—Si no obedeces mis palabras, tendré que matarte otra vez. Aunque la petición no haya sido tuya, lo podría hacer —culminó adentrándose hasta la pieza y luego desaparecer.

Pensó detenidamente en las palabras decretadas por el ángel, pero no sabía porqué le interesaba tanto que éste volviese. Esperó todo el día hasta que el sol reflejara su último destello de luz. A pasos lentos se direccionó a la cocina, porque su cuerpo ahora físicamente estaba presente: para comer un poco de lo que encontrase.

Sintió como la puerta de la casa se iba abriendo hasta en el unísono sentir las ondas de la puerta cerrándose. Los latidos de su corazón se hacían más agitados pero no podía dejarse ver así ante su chica. Sonrió ante el comentario de Gabriela para después hacer una contestación corta. Tanto ella como él estaban asustados del reencuentro, aunque éste ya la haya visto antes. Fernando retrocedió un poco, notando levemente la respiración forzada que ella daba con cada paso que su cuerpo aproximaba en dirección a su dama. Las acciones únicas que pudo establecer era mirarle a los ojos; esos ojos a que él le gustaban. Llenos de inocencia y nefastos en casos de preocupación. Verle un año sin poder hacer un toque: piel con piel, era lo peor que le sucedería a una persona.

—¿Qué haces aquí? —cuestionó con enojo Gabriela a Fernando.

—Quería idolatrar cada parte de ti como era debido, haciendo diminutos contactos con tu piel. Lo que más quería era que me divisaras.

Broken HeartsWhere stories live. Discover now