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Después de aquella noche, los días pasaban y todo se tornaba pesado por la presencia del ángel condenado que había resurgido. Fernando, se había enterado que ellos eran ángeles, aquel que le había cumplido su deseo de muerte para después hacerle volver a la vida.

Se enteró, puesto que su conversación con el nuevo ángel Haniel habría sido llevado a cabo. Comentó que Akibeel era egoísta, y su misión en la tierra era guiarle, pero, hizo todo lo contrario. Agregó: «Un ángel no puede "enamorarse" de una persona, y él lo hizo con tu ex pareja. Volvió para hacer de tu vida muy dura puesto que Olivia lloró cuando te fuiste de su vida. Él la cuidó día y noche. Nosotros no podemos venir a la tierra seguido, si estoy aquí es porque me necesitabas con muchas ansias, no volveré más porque he llegado sin permiso.»

Fernando se había quedado atónito, ahora comprendía todo. Del porqué quería hacerle daño tanto a él como a Gabriela. Él ángel no comentó nada más, desapareciendo cada vez más ante la luz ya baja del panorama. Debía de cuidar a la mujer que amaba, pero sabía que eso sería imposible con las disposiciones que tenía.

La noche llegaba latente, había estado todo el día pegado ante la puerta, esperando a la chica. Sus ojos brillaron cuando escucho la manija girarse y que alguien abriese la puerta. Corrió hasta postrarse en un lugar de la sala, pero no era ella; era Akibeel. La sonrisa de éste emparejó cada gesto de su rostro al verle la cara a Fernando.

—Sólo he venido por una sola cosa, si la cumples podré irme y no daré molestias. Pero, si me desobedeces, estaré aquí presente haciendo de tu vida miserable. —comentó Akibeel.

Él chico se propuso a escuchar, era de imaginarse lo que diría y sabía que si lo hacía; debía cumplir sin marcha atrás. —No dirás ni una sola palabra después de la mía. Dejarás a Gabriela y te irás a otra parte, no hablarás con ninguna persona de tu familia y tampoco observarás a Olivia.

El joven que yacía estupefacto a un lado de la sala, sólo tragó saliva. No podía responder algo más, debía dejar a su dama de cristal. No tenía tanto poder como para enfrentar al ángel, debía cumplir lo que decía. Sentado en el sofá de la sala, se dispuso a pensar en que no podía alejarse de la persona que tanto le gustaba, pero en su cabeza rondaba solo una pregunta: "¿Qué es lo más precioso y grato que podrías hacer por el bien de la persona que ha robado tu querer?"

—¿Fer? — dijo Gabriela, haciendo que éste saliera de sus pensamientos. Tomó de la cara al joven para penetrar en su mejilla un beso y entrelazar sus cuerpos en un abrazo. Él, aprovechó del momento para otorgarle uno extenso y profundo; teniendo sus brazos a cada par del torso de aquella chica. Tomó con una de sus manos el cabello de la joven, posicionándolo detrás de su oreja para luego susurrar en su oído: "Debo irme".

Ella sobresaltó del lugar donde estaba, encarando una vez más a lo que decía el chico.

—¿Me dejarás, después de tanto tiempo que nos estuvimos buscando?

—Es por tu bien, lo que más deseo es quedarme contigo, pero ahora estoy pensando en ti y no en mi. Quiero que seas feliz sin tener que sufrir. Me iré ahora, Gabriela.

Ella empezaba a entrar en un estado de ansias, mezclado con enojo y rencor. Sentía que de nuevo perdía lo que amaba, una vez más, todo se estaba arruinando sin obtener respuestas. Pensó que si tan solo rogaba podría jugar la acción a su favor y él quedarse, pero su razón estaba errónea. Le tomó entre sus brazos, dejando en ella un enorme abrazo. 

Broken HeartsWhere stories live. Discover now