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No entendía nada, pero, lo que él dijera lo aceptaría. Ya estando de pies, se miraron una vez más y juraron recordarse amor eterno, no importaría si tuviesen una pareja en algún futuro. Serían ellos dos por siempre y eso no iba a cambiar.

—Te amo —comentó el joven.

—Mi luz siempre será tuya, Fernando. Serás mi primer y único amor; lo prometo.

Lo último que quería, era escuchar las palabras de su perfecta musa etérea. Su corazón estaba inundado de tristeza y odio ante sus pasos ser omisos para estar con la persona que lo hacía feliz. Pero algo era seguro, y es que el amor que los unía era sempiterno. Caminó hasta la puerta, echando una vista breve para después ausentarse.

La vida pasaba cada vez más ligera, cada día era igual al anterior para el par de jóvenes que se encontraban ahora separados. Fernando se había ido lejos y Gabriela se había quedado completamente sola. El joven no tenía ni idea de hasta cuando el pensamiento de aquella seria bonhomía, tenía muy en cuenta que su razonamiento ante él cambiaría; ya sea que jurase con su corazón que lo amaría por siempre. Todo cambiaría y el día que se volviesen a reencontrar, sea muertos o vivos, sería lo mejor que le hubiese pasado. Su hilo rojo aún no estaba roto, seguía intacto hasta que alguno de los dos contrajeran matrimonio.

Ella seguía nefelibata con respecto a su primer amor, ya sea que dejase entrar hasta el hombre con el corazón más puro a su vida, a su razón, ella estaba cegada de que Fernando la volvería a ver.

El tiempo pasaba veloz y ninguno sabía si sus almas se volverían a encontrar, si al remendar todo sentirían tanta presión por amarse de nuevo. Las mariposas muertas volvían repentinamente al estómago de la chica, y así fué pasando hasta que los años continuaban semejantes a las manecillas del reloj. Una onda de tiempo retumbaban los oídos ajenos que prolongaba soledad y una inhumana nostalgia llenando sus cuerpos. Fernando hizo su vida fuera de ella, teniendo hijos tiempo después con una chica que le había gustado. Tenía en cuenta que ningún ser humano podía estar solo, que todos necesitábamos a alguien dentro de nuestras vidas. Pensaba que su amada musa ya había tenido críos, lo que más anhelaba era tenerlos con ella; que ésta fuera la madre de sus bebés, pero muchas veces las cosas no suceden como queremos. La vida es injusta pero no por ello no habría que sacar la enorme piedra que nos asfixia el alma; hay que ser un poco felices porque lo merecemos, pensaba cada uno de los días que pasaba. Cada vez se volvía más viejo físico y mentalmente.

Era su cumpleaños número setenta y cinco, tenía la idea de cada día que cumplía años ir a verle a Gabriela, así sea por un segundo. Pero, nunca se armó de valor para hacerlo. Oprimió por todo ese tiempo algún contacto físico con ella. Hasta que el día más deseado por él había hecho su tope en nombre de su amada. Uno de los hijos de Fernando le tocó del hombro, nombrado que de un hospital le citaban, que una tal Gabriela Cárdenas quería verlo y si era posible ir, que fuera. Sus ojos estaban tan abiertos y su voz escondida. Se quedó congelado por aquella noticia. Tomó sus cosas y con ayuda de su hijo fué en busca de Gabriela.

Por todo el camino no hizo nada más que maldecir las veces en las que fué un cobarde y pudo haber dado mucho más, pero no se lo permitió. El hijo que había tomado el mando de auto en aquel momento, se dignó a preguntar qué quién era y porqué motivo su corazón estaba a punto de salir de su pecho. 

Broken HeartsWhere stories live. Discover now