Puedo ver en sus ojos mi felicidad, plasmada en color avellana. Puedo ver en sus labios el deseo de ser amada de nuevo; en la rectitud de su mandíbula la precisión de sus toques cargados de sentimentalismo, en su sonrisa el significado de mi vida como la plenitud total del momento; pero puedo también ver en la soledad de la noche la duda de los actos, el miedo ante el dolor, un dolor que sea mayor y que devaste por completo toda identidad humana; la insatisfacción y la sensación de estar cometiendo un error que podría costar más de lo que se puede aguantar.
Caracterizada por insegura, no es ajeno este acontecimiento en mi vida. Pero esta vez es más fuerte que la anterior, quizá porque en la primera no se sabía realmente cuánto iba a costar salir del hueco que queda después de que se te llevan el corazón. Sin embargo, es una advertencia del alma la que siento cada noche que no tengo su corazón a mi lado. Es saber que estás dando más de lo que deberías, que no estás cometiendo los errores de antaño sino que estás cometiendo otros de mayor gravedad. Es sentir el viento en la espalda empujándote al vacío, vacío al que te acercaste quizá demasiado.
Puede que él tenga razón, es demasiado pronto para no pisar una mina, sin embargo, siento que aún así ya me está haciendo daño su no presencia. Es absurdo... Cómo se escogió caer y ahora que se siente real, estoy abrazada al miedo esperando el golpe contra el asfalto. Es absurdo no enamorarse de palabras y actos diferentes y hermosos ante el alma, por eso y más, no pueden pedirme tanto... los años me han ablandado demasiado; adherida a sufrir, condenada a crecer bajo el dolor.