A pesar de las púas regadas en el camino y las que te esperan al final del recorrido del acto de amar, hasta mis 19 años al amor lo he considerado como una de las emociones más hermosas para sentir. Y lo que más me fascina de todo el conjunto que conlleva amar es el dolor en el pecho que se genera cuando el amor se presenta en infinito o cuando el amor te resquebraja y te quema hasta las ilusiones.
Y amo de igual manera el egoísmo como sentimiento instintivo y primitivo de muchos animales, incluyendo al hombre. Esa idea de que lo amado solo puede pertenecer a quién lo ama sin tener en cuenta la reciprocidad de los sentimiento.
Pero lo que definitivamente no amo es saber que está mal, que a pesar de lo razonal que se pueda llegar a ser y de la voluntad para no hacer lo que el egoísmo implora, la sensación dolorosa no la para nadie, y las ganas de llorar que llegan, y la incomprensión que se respira junto a lo absurdo que sabes que es el ver a la persona que considerabas intocable, sagrada y única propiedad de tus sentimientos más humanos, amar a una persona igual de especial que él (porque si a él le gusta entonces es una hermosura de persona) y siendo más feliz a su lado de lo que nunca podrás volver a ver, trayendo consigo una oleada de vacío que cala hondo.
Cuando lo observas siendo feliz con cualquiera que no seas tú aparece un dolor poco tolerable, es un dolor que te parte en dos y resquebraja tu interior armando las piezas incorrectamente para siempre y por muy masoquista que pueda llegar a ser, este dolor no es ni un poco resistible porque se reduce a nada todo lo que eras y las ilusiones que te hacían sonreirle a la vida se queman cuando las creías etéreas.
Pero yo no sentí dolor, yo me sentí morir cuando vi la foto de Taehyung con su novia; donde después sí dolió, dolió inexplicablemente y mi alma quería homenajear todo un día a base de lágrimas, pero ni estas salían porque así de inexplicable es el amor.