Todas las chicas que estaban en el bar se habían dado cuenta de que él estaba sin la camiseta roja que llevaba hace unos instantes, mostrando su musculada espalda con dos grandes cicatrices irregulares, algo profundas pero ya cicatrizadas y su puño ensangrentado por la pelea que había ocurrido. Él era de unos veinticuatro años, de complexión atlética, una marcada musculatura, cabello oscuro y algo corto, ojos castaños cristalinos, nariz corta y redondeada, unos labios rosados y carnosos con mucha experiencia en los besos y unas orejas de elfo redondeadas con los recuerdos de toda una vida de amor, odio y demás.
Toda esta situación se produjo al entrar en un bar de carretera de ambiente oscuro y lleno de chicas con ropa ajustada y babeantes hombres a su alrededor. Tras observar a la clientela del bar, dándole asco, se sentó en la barra y pidió un whisky de fuego. Justo antes de beber del vaso, se detuvo y lo dejó sobre la mesa, todos estaban mirándolo con cara de cabreo. De repente, desde la parte más oscura del bar, un gorila de discoteca le gritó:
-¡El bar es sólo para los machos que estamos aquí, no para los maricas que creéis que podéis tomaros un lo que queráis donde sea!
El ambiente se tensó cuando se levantó de golpe y fue hacia el que había hablado, deteniéndose junto a él y susurrándole:
-Me da igual lo que pienses tú o nadie, yo tomo lo que quiera donde a mí me apetezca, porque me da igual vuestra opinión.
Se alejó un poco de él y dijo para todo el mundo:
-Así que, dejadme beber en paz y así no tendré que veros más.
Después de que dijese la última palabra, el hombre del rincón oscuro se levantó para pegarle una paliza, pero el nuevo lo esquivó y le soltó un puñetazo que lo dejó tumbado boca abajo en el suelo. Tras hacer esto se quitó la camiseta y soltó:
-Me da asco la gente como tú que viene aquí para restregarse con mujeres y provocar peleas para pasar el rato.
Le tiró la camiseta, no sin antes sentirse observado por todas las personas del bar y limpiarse la mano con la camiseta que más tarde le tiró al que había tumbado.
Salió por la puerta del bar y en cuanto lo hizo, oyó el ruido que se escuchaba antes de entrar él. Se rió un poco y se puso el casco para subirse en la moto que había llevado a ese tugurio mugriento. Mientras iba en su Harley negra mate, se tuvo que parar en un semáforo y justo al ponerse en verde pasó una anciana que estaba llevando una jaula con un gato. Él se desesperó un poco por el paso lento de la mujer, pero dejó pasar a la anciana mujer de un largo cabello rubio. Después de dejarla pasar, se volvió a poner en marcha hacia su solitario piso.
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Buenas maldades
Romance¿Los malos son siempre los malos o pueden cambiar? Los buenos también hacen cosas malas, pero las suelen esconder. Un corazón no decide, se deja llevar.