¿Coincidencia?

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Will llevaba ya unas cuantas manzanas recorridas persiguiendo a la mujer misteriosa que había llamado su atención al pasar frente a él en un bar, pero parecía que se había esfumado en el aire. Aún así, siguió buscándola por los alrededores, era muy de noche y toda la gente estaba o en su casa o de juerga en alguna fiesta. Antes de darse por vencido, la vio acalorada en un portal; ella era de su estatura, con brazos delgados y piernas algo anchas, estaban los dos agachados sobre sí mismos y ambos se incorporaron después de recuperarse de la carrera. Ella no podía escapar por ninguna parte, así que él aprovechó la oportunidad para preguntarle:
-¿Por qué huías? y... ¿Cómo te llamas?
Ella se quedó más desconcertada de lo que estaba, no lo miró directamente pero él intuía que ella lo conocía de algo, lo que no sabía era de qué. Will sentía como que la conocía de antes, pero eso no era posible, ¿o sí?
Ella empezó a hablar:
¿No te acuerdas de mí?
Él estaba estupefacto, no sabía de lo que hablaba, pero tenía un par de preguntas claras que volvió a formularle temeroso y a la vez impaciente:
-No te conozco, pero me suenas de algo. ¿Quién eres?, ¿de qué me conoces? y ¿por qué huías de mí con tanta prisa?
Ella tardó un par de minutos para pensar y le dijo que ese no era un lugar seguro. Ella empezó a caminar para que la siguiera y eso hizo; llegaron hasta  el polígono industrial, que por la noche estaba desierto, no se veían coches, ni camiones, estaba casi todo sumido en sombras ya que muchas farolas estaban rotas o no funcionaban. Se detuvieron y ambos se sentaron en el bordillo de la acera. Pasó un momento hasta que ella habló:
-Me llamo Anaís y huía de ti porque se suponía que no debías verme, pero me habrás reconocido por lo...
Lo último lo dijo bajando la  voz y se echó a llorar al pensar que no la recordaría nunca, Will no sabía por qué y se le acercó para intentar calmarla dándole un abrazo. Se apartó para intentar mirarla a sus llorosos ojos color castaño y se dió cuenta que Anaís se había olvidado de la otra pregunta que le había hecho, pero dado lo ocurrido pensó en dejarlo para otro momento.
Le preguntó si estaba bien, ella sólo se levantó algo sombría sin decir nada, sacó papel y un boli de su bolso; apuntó algo en el papel y lo dobló por la mitad, se lo dio a Will y le ordenó que no lo abriera hasta que se fuera lejos y no lo utilizase con frecuencia. Will no supo por qué pero le hizo caso, cuando lo abrió se encontró con una cifra de nueve cifras que no sabía lo que podía significar, hasta que se dio cuenta de que era el número de teléfono de Anaís. Cogió su teléfono lo más rápido que pudo y apuntó el número en contactos, sólo tenía unos diez números de amigos o conocidos. Estaba seguro de que harían algo el día siguiente, a lo mejor volvían al polígono industrial o iban a algún lugar remoto para hablar de lo que había ocurrido con él y ella aquella noche y antes de todo.

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Anaís no podía creerse que aquel tonto amnésico no supiera nada y no intuyera lo que pasaría en el tiempo que ella necesitase para hacer su trabajo. Aunque no sabía que su nuevo “trabajo” era tan guapo.

Buenas maldadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora