Al día siguiente, se levantó tan ilusionado que no podía estarse quieto mientras desayunaba su café corto con leche y sacarina, no le gustaba el azúcar, ya que se le hacía demasiado dulce. Esa mañana estaba muy pegado a su teléfono por si Anaís lo llamaba o enviaba algún mensaje; pero eso no llegó a ocurrir, tuvo que enviarle él el mensaje para quedar y hablar sobre lo de la noche anterior y su misterioso pasado.
Will había quedado a las cuatro con Anaís en la boca del metro, junto al bar en el que estaba cuando la vio pasar; quería darle una sorpresa, pero antes quería saber qué había ocurrido entre ellos hace tiempo. Estuvo esperando un rato hasta que a las cuatro y media apareció ella con un pantalón vaquero de color gris con un cinturón negro algo apretado, una camiseta blanca con un dibujo de una rosa completamente negra; llevaba el oscuro cabello suelto a la altura de sus hombros, como si fuese una pequeña cortina de pelo, lo que impedía que le viesen los rojos pendientes en forma de calavera. Al verla se le abrió la boca de asombro ya que por la noche sólo la pudo ver desde la oscuridad o corriendo por la calle desde el bar; por el día se le iluminaba más el rostro y dejaba ver su brillante sonrisa, sus rosados mofletes, su pequeña nariz y sus llamativos ojos castaño oscuro.
Ese mediodía llevaba unas gafas de pasta negras, que le hacían los ojos más grandes y aún más luminosos de lo que ya eran. Se sentó y ambos pidieron los entrantes, los primeros y la carne junto a una guarnición de acompañamiento. La que empezó la conversación fue Anaís, preguntándole por qué le había mandado un mensaje en un periodo tan corto de tiempo. Él quería saber más sobre ella, pero no se atrevía a decírselo con tanta gente delante y pensó en conocer más del pasado que solamente ella conocía sobre él, aunque eso significase empezar desde el principio de todo.
Ella se quedó desorientada al principio, pero al recobrar la concentración evadió la pregunta opinando sobre lo jugosa que estaba la tierna carne de vacuno que habían pedido; Will se dio cuenta de que Anaís había evitado responderle, así que cambió de tema a sus gustos y aficiones para saber más sobre ella y poder probar a seducirla, pero todo a su debido tiempo, ya que a él no le gustaba ir ni demasiado rápido ni tan lento que no se avanza; pero siempre le ocurría que no sabía cuándo hacer cada cosa o como expresarlo para que el resto de la gente no lo malinterpretara ni se hiciera ideas raras de sus gustos y opiniones personales.
En mitad de la conversación, se olvidó de escucharla y en vez de prestarle atención a sus palabras y entonación, se empezó a fijar en sus gestos, las facciones que tanto le llamaban la atención por algún motivo, su parpadeo constante le relajaba y aceleraba el corazón a tal punto que parecía un motor desbocado y sin control. Sin darse cuenta se iba acercando poco a poco a ella, fijándose únicamente en esos carmesíes labios de Anaís, que lo tenían obsesionado cuando los juntaba y separaba con cada palabra, silencio, respiración, frase, letra...
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Buenas maldades
Любовные романы¿Los malos son siempre los malos o pueden cambiar? Los buenos también hacen cosas malas, pero las suelen esconder. Un corazón no decide, se deja llevar.