Anaís estaba cansada por haber seguido a ese chaval que estaba perdido, no sabía cómo podía alguien estar tan desesperado en buscar novia, sobre todo a esas alturas de la vida en la que las mujeres se percatan de todos los detalles de cualquier cosa. De repente, se dió cuenta de que se había parado en un semáforo para que no lo atropellase un moderno coche azul que iba demasiado rápido. Ella lo vio lo suficientemente pronto como para detenerse y que Will no la viera y que ella si pudiera verle a él por el estrecho espacio que dejaban dos señoras mayores que cargaban con varias bolsas de la compra. Al ponerse el semáforo en verde, toda la multitud que esperaba a cada lado de la calzada se empezó a mover hacia el otro lado de la calle y continuar con su vida en la ciudad. Por un momento, Anaís perdió a Will de vista, pero lo encontró caminando por la sucia acera por la que discurría la avenida más pequeña de la ciudad, que se construyó muchísimo tiempo atrás; Anaís siempre se separaba una cierta distancia para que no la viesen llegar, pero la persona a la que estaba persiguiendo era muy diferente a la gente a la que había seguido antes, estaba atento a todo, se fijaba en todo lo que podía e incluso cambiaba el recorrido que iba a hacer si creía que alguna persona estaba siguiéndole. Muchas personas le decían que estaba paranoico perdido, pero esa actitud le hacía el trabajo difícil a la experimentada y joven Anaís, que era la primera vez que se desesperaba tanto.
Al final, dejó de seguirle porque ya estaba cansada de perder el tiempo con ese hijo de su madre, se fue al pequeño piso en el que tenía todas sus cosas metidas en cajas de mudanza y no le apetecía nada abrirlas y ordenar todo para luego tener que guardarlas y mudarse a otro sitio para hacer otro "trabajo" para su astuto jefe. Todo el mundo que lo conocía lo respetaba debido a su gran reputación al obtener información, conseguir cosas y hacer desaparecer a gente. Él siempre estaba rodeado de algún que otro guardaespaldas a parte de sus fieles "trabajadores" que estaban especializados en distintas funciones de la desaparición de personas, aunque él no las necesitaba para defenderse, pero sí para trabajar en su nombre. De repente se acordó de revisar el móvil, no el suyo, sino la copia que le había hecho al de Will. Ese chaval era precavido, pero no podía enfrentarse a la tecnología de largo alcance; ella misma se había dado cuenta que esa guerra contra la tecnología estaba ya perdida y no se podía volver atrás. Anaís se quitó el vaquero azul oscuro y la camiseta blanca, decidió darse una relajante ducha para aclarar las ideas y estructurar lo que quería hacer con Will. Se vistió con un pantalón gris claro, una camiseta roja de manga larga algo ajustada, con la que se le marcaban los pechos y su marcada cintura. Se puso la chaqueta negra y cogió el bolso de color oscuro con todo lo que necesitaba. Esa noche podría hacer muchas cosas, pero tenía que hacerlo bien.

ESTÁS LEYENDO
Buenas maldades
Romance¿Los malos son siempre los malos o pueden cambiar? Los buenos también hacen cosas malas, pero las suelen esconder. Un corazón no decide, se deja llevar.