El nacimiento

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Después de la batalla de las Termopilas, que enfrentó a los Griegos y Persas; no todos los soldados Helenos perecieron, un gran grupo de guerreros sobrevivieron.Entre ellos un joven llamado Macedon, hijo del fallecido  rey en combate, el Gran Leonidas.
Los sobrevivientes de la famosa batalla huyeron al Norte a una región bárbara, perseguidos por la vergüenza de la injusta derrota.
Este grupo eran todos jóvenes guerreros de veintitrés años casi la mayoría, eran guerreros de la élite espartana con el más rigurosa formación, y esta fue la razón principal de no volver a su tierra, todo por orgullo, ese sentimiento que te obliga a abandonar a tus padres, esposa, hijos y amigos.
Estos guerreros considerados muertos por su pueblo, caminaron al Norte de su amada ciudad alejándose a cada paso de recuerdos de su patria y embarcandose a nuevas aventuras.
Cada segundo era algo nuevo, el camino siempre peligroso. En el camino se encontraron con malvivientes, pero al ver el pesar en sus ojos se conmovian por su dolor y no les hacían nada.
Cada día que pasaba costaba más dar el paso hacia adelante, el sol a cada segundo era más sofocante y en la noche parecía que la luna y las estrellas alumbraban menos.
Después de tantos pesares por la nostalgia de no tener honor, llegaron a una ciudad pequeña, con habitantes ancianos y muchas mujeres.
Esta ciudad era atormentada por unos bárbaros que habitaban las montañas y cada luna descendían para saquear la ciudad.
Los ancianos de la ciudad al ver a este grupo de jóvenes guerreros abatidos, decidieron adoptarlos para defender la ciudad.
Uno de ellos Antocles, un gran orador se dirigió a los xénos:
— En sus ojos se dicipó el alma, la razón no logro imaginarla, toda esa tristeza que ustedes pueden sentir en este mismo momento, nosotros la vamos a padecer. Necesitamos de su fuerza, podemos devolver esa pasión por luchar por la vida. En esta ciudad encontraran más que un hogar, una nueva manera de luchar por la vida.
Estas palabras llegaron y revivieron a Macedon y él logró convencer a sus soldados.
A la mañana siguiente prepararon sus espadas, limpiando el polvo de varios días de no desenvainarla.
A Macedon se le ocurrió una idea, de preparar a las mujeres con el arco. Más de trescientas mujeres armaron sus arcos en el primer día. Luego se dedicaron a practicar con ellos.
Pasaron los días y con la práctica las mujeres lograban disparar una flecha a más de trescientos treinta pies.
A un día del cambio de luna, los guerreros se prepararon para darle pelea a los salvajes de la montaña.
Todos los guerreros en sus ojos se veía un nuevo resplandor, un brillo total que inspiraba a los habitantes del lugar una fuerza sobrehumana, esa fuerza que podía lograr que el cuerpo resista más de lo que cualquier mortal    pueda permitirse.
En una vida normal esa fuerza sólo se siente una vez; pero los habitantes de la ciudad la sentían en su totalidad.

 En una vida normal esa fuerza sólo se siente una vez; pero los habitantes de la ciudad la sentían en su totalidad

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