Cuando nos reencontramos en aquella pradera de lirios blancos y morados, en aquella noche lóbrega, nunca imaginé que estarías más hermosa que aquella vez que te distinguí tocando a mi puerta.
Estabas sentada allí, en medio de tanta belleza. Pero la tuya predominaba ante todo aquello. Mi corazón se regocijo al ver que habías cumplido tu prometido, de aguardar mi llegada en los lirios.
Corrí a nuestro encuentro, pero tú no sonreías. Me senté y te abrace con vigor, las lágrimas recorrían mis mejillas, de tristeza, o, ¿alegría?
Tú no sonreías, las mariposas revoloteaban entre tu hermoso cabello pardo. Tu mirada estaba fijada en el pasto verde. Me entregaste una nueva jaula, ¡pero de lirios blancos! Y te volviste a marchar, con tu ejercicio de mariposas.
¡Oh! amor mío, ¿a dónde te diriges?
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Flor de invierno
PoesíaUna misiva a la muerte, hacia al amor por toda la eternidad. El amor puede ser el más sublime arte, o la fuente de las más sutiles aversiones Versos para una musa sin piel y sin alma Para demostrar así, que el amor es un mar ignoto de alegrías. ...