Cuadro Segundo

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C U A D R O    S E G U N D O
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ESCENA V

Es un salón del palacio de Sirem. Las paredes están revestidas con artísticos mosaicos. Sobre ellas hay dos tapices riquísimos con motivos asirios. A la derecha hay una puerta, a la izquierda, otra, y al fondo, tras una puerta anchísima que esta entre dos columnas embutidas en la pared, hay una ventana con sus dos hojas abiertas.

En el centro del salón hay seis sillas negras, riquísimas, con incrustaciones de marfil y oro; tras ellas hay un banco de granito con patas de león y relieves representando escenas d esclavos cargados de cadenas y apaleados por sus amos. En un rincón está humeando un pebetero de bronce.

Sirem y Melcha entran por el fondo. Melcha trae en una mano un par de sandalias y en la otra un manto azul.

Sirem esta desnuda y descalza, medio encubierta en un manto blanco; su cuerpo y su cabellera están mojados. Ella se sienta en el banco de granito. Melcha le seca con el manto el cuerpo, luego comienza a secarla la cabellera.

SIREM. –Cuéntame ahora, Melcha, lo que ibas a decirme en presencia de mi prima Gabriela.

MELCHA. –Cumplí, señora y ama mía, vuestra ordenes: fui a casa de Nabu, y en verdad que vive con elegancia y lujo ese señor. Su casa es un palacio más suntuoso y rico que el del Rey, nuestro señor, que los dioses Nebo y Marduk guarden de enemigos. Y Nabu, señora mía, ¡cómo es bello y varonil!

SIREM. –(con brusquedad) ¡Cuidado, esclava, cuidado con lo que dices!

MELCHA. –(sonriendo) No os enfadéis, querida señora y dueña mía, que Nabu no es hombre que ponga sus ojos en una esclava ni hay esclava que ose poner los suyos en él.

Sirem se sonríe... Melcha también...

SIREM. –Dime, Melcha, ¿qué le dijiste a Nabu? Quiero saber si fuiste discreta en lo que te advertí.

MELCHA. –Yo, señora, llegué a casa de Nabu; encontré a un esclavo en la puerta principal, le dije que quería hablar con su amo y señor, me hizo pasar a la alcoba de Nabu y yo le dije: Senor, mi señora Sirem, la virgen más hermosa de Nínive quiere que vos, señor, vayáis a verla a su palacio, pues tiene que enteraros de cosas que habrán de asombraros... Y el, señora y dueña mía, me prometió que vendría hoy mismo...

SIREM. –(con alegría) Eres lista y sabia, Melcha, y te obsequiare con joyas.

MELCHA. –Sabed, señora mía, que, cuando venía para acá, oí a varios señores que hablaban de Nabu y de Narrassa, sentado sobre las gradas del templo de Nebo; me detuve a oír y oí que entre ambos se decían: "Nabu y Narrassa eran dos amigos como hermanos y como padre para hijo. Y las cosas de Nabu eran de Narrassa y las coses de Narrassa eran como de Nabu. Y nunca reñían ni disputaban. Y tomados de una mano y sonrientes se les veía discurrir diariamente por las calles de Nínive..." Y las gentes del pueblo que los veíamos nos decíamos: Estos dos son como uno solo... Mas sucedió que un día Nabu y Narrassa vieron a Sirem ¡a la hermosa Sirem! y esta les sonrió a ambos, les...

SIREM. –(interrumpiéndola) No, Melcha, yo miré a Nabu y a él fue a quien le sonreí.

MELCHA. —Si, señora, dueña mía, más la gente dijo: "Les sonrió a ambos, les sonrió con la boca, con los ojos, con el cuerpo, de espalda para ellos y andando graciosamente... Y ahora vemos que Nabu y Narrassa ya no andan cogidos de la mano ni juntos ¿qué habrá separado a los amigos?... Hemos visto que Narrassa ronda diariamente, día y noche, el palacio morada de Sirem. Hemos visto a Sirem, ¡a la hermosa Sirem! pensativa, pálida y triste... Hemos visto a Nabu ir tras Narrassa y decirle: "Amigo, amigo mío, ¿Qué nos separa? ¿Cuál es tu agravio? ¿qué te ha hecho Nabu que huyes de él?... Y hemos visto odio y cólera en los ojos de Narrassa, y no oímos respuesta de sus labios...y Nabu se retiró diciendo: "Dioses malévolos, habéis cambiado el alma de mi amigo; dioses benévolos, volvédsela." Y dijeron muchas cosas más que he olvidado.

SIREM. –(sonriendo) Cuando las recuerdes me las contaras, fiel Melcha.

MELCHA. –Si, señora mía, (oliendo la cabellera de Sirem) Que negro es vuestro pelo y que bien huele, ama mía, esas sales que eche en vuestro baño huelen a jardín, como vuestro cuerpo y vuestra cabellera.

SIREM. –Esas sales fueron traídas de Egipto, directamente para mí. Ve, Melcha, y tráeme un pomito que hay junto al espejo de mi alcoba, que quiero perfumar mi boca, porque Nabu la besara. Ve pronto, Melcha, que quiero perfumar más mi cuerpo, porque Nabu lo besara.

Melcha se retira por la izquierda.

Sirem | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora